Una verdadera prueba de fuego está siendo para Xi Jinping hacerle frente a la turbulencia mundial que han generado las investigaciones de los “Papeles de Panamá”.
Por un lado porque, al igual que en el resto del mundo, las instituciones contraloras de los gobiernos –y del partido de gobierno, en el caso Chino- tendrán que ser capaces de diferenciar a los moros de los cristianos. Ello, porque ser accionista de una empresa abierta en un paraíso fiscal, no constituye per se un delito, a menos que su ilegalidad esté inequívoca y taxativamente prevista en la legislación local y, porque de ser legítimo ser accionista, no necesariamente la empresa tiene que haber estado envuelta en actividades delictivas o irregulares.
Que sea moralmente cuestionable...