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Alberto Velásquez Martínez
Columnista

Alberto Velásquez Martínez

Publicado

Y no se reconciliaron

Por alberto velásquez m.

redaccion@elcolombiano.com.co

No trajo el año nuevo –como algunos ilusos y despistados esperaban– la reconciliación de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Se ahogaron las voces de los gobernadores del país que a finales del año pasado clamaron para que se dieran una tregua en sus recíprocas pugnacidades. Su petición ya se la llevó el viento.

Es que no ha sido fácil a través de la historia, sentar a expresidentes antagonistas a fumar la pipa de la paz. Ha habido oportunidades en que se ha logrado ponerles pausa, que no fin, a las agresivas diferencias, pero en la mayoría de las veces los protagonistas de emponzoñadas polémicas se van a la tumba guardando inquinas.

En el siglo XX –para no ahondar en los desencuentros de Bolívar y Santander a comienzos de la República– los dos partidos tradicionales rompieron sus hegemonías, por culpa de enconos irrestañables. El conservatismo cayó en 1930 por la agria división entre el poeta Guillermo Valencia y el general Alfredo Vásquez Cobo. Triunfó Olaya Herrera. Más de 40 años de hegemonía azul se fueron al traste.

En 1946 el liberalismo bebió la misma cicuta. La división entre Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán los despanzurró. Se filtró por el medio Mariano Ospina Pérez. Diez y seis años de monopolio burocrático liberal naufragaron. La violencia fue la danza de la muerte.

La enconada rivalidad conservadora entre Ospina Pérez y Laureano Gómez facilitó el golpe del general Rojas Pinilla. El presidente Gómez fue al exilio. Luego para derrocar a Rojas, Alberto Lleras buscó a Laureano Gómez. Lleras fue a España y tejió con Gómez los acuerdos para crear el Frente Nacional. Ospina Pérez, sin reconciliarse con Laureano Gómez, se subió al bus del Frente Nacional antes de que arrancara sin él. Nunca se dieron el abrazo de paz.

En el lado liberal, Carlos Lleras no se tragó a López Michelsen. Y eso que lo hizo gobernador y luego canciller en su gobierno para intentar domesticarlo. López le saboteó la reelección a Lleras a través de Turbay, político hábil y manzanillo. Lleras y López sí coincidían en subestimar la preparación intelectual de aquel.

Andrés Pastrana y Ernesto Samper se detestan. Este y César Gaviria se toleran pero difícilmente se aguantan. Pero todos estos conflictos verbales entre expresidentes, se quedan cortos ante los largos y pugnaces enfrentamientos entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. No se les ha quedado epítetos en la lista de espera. Y por eso fracasó el llamado de los gobernadores a humanizar la guerra. Terminó su ruego en otro saludo a la bandera.

Lograr que Uribe y Santos fumen la pipa de la paz es ya difícil, por no decir imposible. Sus estilos de vida y de hacer política son bien diferentes. Uribe es frentero, apasionado, sin trastiendas. Santos, calculador y taimado. Además hay diferencias ideológicas que los alejan, como el Acuerdo de paz con las Farc y el funcionamiento de la JEP. Son posiciones opuestas, no adjetivas sino fundamentales.

En el 2020 no fue posible la reconciliación. Y seguramente tampoco lo será este 2021. Es más fácil encontrar una verdad en Trump que lograr el abrazo Uribe-Santos

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