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El precio del dólar se ha fortalecido en el mundo entero. El dólar está caro porque Estados Unidos ha logrado vacunar ya a una mayoría de su población; la recuperación de su economía no solo le permitirá recobrar lo perdido, sino hasta aprovechar la recesión global para ganar terreno frente a sus competidores. Así, más que una devaluación del peso, lo que hemos visto es una valorización del dólar, aun cuando algo de pérdida de valor del peso colombiano sí existe, y hay razones para eso. La limitada capacidad de cobrar más impuestos a quienes pueden pagarlos para controlar el rápido crecimiento de la deuda pública y la palpable incertidumbre electoral ante una mayor probabilidad del populismo gobernando, sin duda han contribuido a esa devaluación. Pedirle al Banco de la República que suba las tasas de interés para frenar la devaluación es pegarse un tiro en ambos pies. La política monetaria tiene que acomodar la recuperación y no fijarle un artificioso precio al dólar. Entonces, más que preocuparnos por el nivel del peso, preocupémonos por cobrar bien los impuestos y por discutir la conveniencia del populismo que se asoma, sin caretas, codiciando el poder presidencial
