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Un acto privado como la visita de expresidentes a Leopoldo López, una expresión legítima de solidaridad, no puede convertirse en punto de partida de una tensión binacional. Juegan con candela los que a partir de acontecimientos como estos, quieren someter la complicada relación colombo-venezolana a nuevos sobresaltos.
La oposición uribista olvida que Santos y su canciller le han hecho llamados reiterados al gobierno venezolano para que respete las libertades democráticas y los derechos fundamentales de los ciudadanos. Olvidan que también le ha exigido respeto, primero para Uribe y, ahora, para Pastrana.
No se le puede exigir al gobierno de Colombia, país que comparte con Venezuela la mayor y más vulnerable de sus fronteras, que reemplace la función de entidades multilaterales como la ONU, la OEA o la de Unasur, que tienen el explícito mandato de aplicar los compromisos con los derechos humanos y la democracia.
Ya la situación de Colombia es suficientemente difícil como para que el gobierno de Santos se dedique a cuestionar a Maduro y atizar un conflicto con Venezuela. Las mutuas tensiones y los sobresaltos de la relación solo logran hundir aún más los ya bien emproblemados ámbitos fronterizos en la trampa de la criminalidad y la violencia.