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Amistades interesadas

Pekín y Moscú se toman de la mano e institu-cionalizan su relación con el objetivo de debilitar la influencia estadounidense en el mundo y limitar el poder occidental.

hace 19 horas
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El mundo despide este año con una dinámica global que muestra un sistema en transformación acelerada. Si hasta hace muy poco Estados Unidos era el garante indiscutible del orden mundial, ahora asistimos a la destrucción de la arquitectura geopolítica construida durante décadas. Y al florecimiento de una amistad que no deja de inquietar al hemisferio occidental: China y Rusia, el dragón y el oso, han consolidado una asociación estratégica que sin duda generará nuevos retos.

Mientras EE. UU. lanza una nueva Estrategia de Seguridad Nacional en la que cambia sus prioridades por completo y se sacude la ideología del internacionalismo liberal para dar paso a un nacionalismo soberanista duro, Rusia se entrega a China para salvar su economía y decide cooperar con el gigante asiático en distintas áreas.

Estos cambios, grandes y profundos han dejado a Europa sin capacidad de plantear una respuesta efectiva y coordinada. Mientras Occidente trata de asimilar el trago amargo de que ya no cuenta con Estados Unidos para sostener un mundo donde los fuertes no oprimen a los débiles y donde las fronteras se respetan y no se alteran por la fuerza, Pekín y Moscú se toman de la mano e institucionalizan su relación con el objetivo de debilitar la influencia estadounidense en el mundo y limitar el poder occidental.

China es hoy, con diferencia, el principal socio comercial de los rusos. El año pasado, las importaciones y exportaciones combinadas de ambos países alcanzaron la cifra récord de 245.000 millones de dólares. Si los chinos obtienen de su socio petróleo y gas –y a muy buen precio, gracias a las sanciones–, Rusia adquiere desde automóviles hasta ropa y alimentos, pasando por componentes para su industria armamentística. La evolución de las exportaciones de ambos países entre sí muestra un ascenso imparable en lo que va del siglo. El dragón y el oso han establecido protocolos de coordinación en energía, tecnología, defensa y diplomacia.

Incluso van más allá. China ha inyectando capital en Rustakt, una de las principales empresas rusas de fabricación de drones. Y hasta han realizado maniobras militares conjuntas con cierta regularidad, aunque no son aliados formales. Todo esto llama mucho la atención si se tiene en cuenta que los dos países han sido enemigos tanto en la época imperial como durante la era soviética. Pero así son los giros de la geopolítica a medida que los intereses cambian. Y al fin y al cabo, las naciones se definen mejor por sus alianzas que por sus enemigos.

Los de Moscú por ahora buscan no solo ventajas económicas sino también una cierta legitimidad. La grandeza de China podría permitirle presentarse de nuevo como una gran potencia con papel protagónico en el Pacífico, que parece ser el nuevo escenario de la pugna mundial. La voracidad de Putin no se satisface solo con el frente euroatlántico. Siempre quiere más.

Pekín, por su lado, sabe que acercarse a los rusos puede aportarle beneficios sustanciosos. No solo consigue energía más barata y salida a sus excedentes productivos, sino que mantiene bajo control esa frontera que comparten de más de 4.250 kilómetros. Y gracias a que Rusia le permite el acceso, puede explorar los inmensos recursos naturales del Ártico, una zona donde cada vez habrá más tráfico comercial debido al calentamiento global.

Ahora bien, esta pareja debe andarse con mucho cuidado. Rusia podría crear una dependencia excesiva de China, sobre todo si se tiene en cuenta que Pekín tiene como objetivo sustituir los combustibles fósiles por energías renovables. Por algo será que los chinos les han dado largas en la construcción del gasoducto que llevaría el gas ruso que antes inyectaba a Europa.

El gigante asiático por su parte, que siempre ha querido presentarse como parte neutral en la guerra de Ucrania, corre el peligro de convertirse en antagonista de Europa. Perder la simpatía de los europeos podría afectar ese mercado tan diverso que tiene una alta capacidad adquisitiva y que consume sus productos ávidamente.

En medio de este juego de intereses, Estados Unidos se prepara para un duelo directo con China. El dragón emerge como un competidor de tú a tú respaldado por su tamaño demográfico, su avance tecnológico y el peso industrial que tiene. La prioridad de los estadounidenses será contener a los chinos e impedir su hegemonía asiática, mientras intenta alejar a Rusia de China. Pero lo tiene bastante difícil.

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