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Bien ida la
reforma política
Excelente noticia la caída de esta reforma, que no depuraba la política y por el contrario nos ponía a las puertas de una hegemonía del gobierno
No podemos quejarnos de que en la política colombiana falte el histrionismo: la escena de Roy Barreras rompiendo en pedazos el texto de la reforma política que estaba a punto de hundirse, es mucho más que una simple anécdota: es el registro de una derrota en la que pierden Roy y el gobierno pero ganamos los colombianos.
Roy —el otrora escudero fiel de Gustavo Petro, el que puso al servicio del Pacto Histórico su amplia experiencia en maniobras políticas, el que en su discurso del 7 de agosto anunció la llegada de una nueva era de cambio—, ante el inevitable hundimiento de la reforma, corrió a retirarla como corre a renunciar el que sabe que lo van a echar.
En un acto de verdadera desesperación montó una escena que lejos de espontánea fue bien coreografiada con trípodes, luces y hasta bandera de Colombia. Todo para evitar el bochorno.
El propio presidente Petro escribió en Twitter que prefería retirar la reforma por cuanto en ella ya no estaban los temas que, en su concepto, mejorarían la política colombiana. Como quien dice “no la hundieron sino que yo la retiré”. No en vano empezó a circular una imagen jocosa en que parafraseando su reciente frase célebre diciendo “reforma política: yo no la crié”.
¿Cuál es la verdad? La verdad es que esta sí era una iniciativa del gobierno, de todo su interés. De no ser por jugaditas varias, en la mañana del jueves se habría votado en contra. Fueron esas jugaditas las que le dieron al gobierno tiempo de retirarla antes de que la hundieran en el Congreso. Estamos, por más que se quiera ocultar tras estrategias de “control de daños”, ante una derrota estrepitosa para el gobierno.
Pero a ver, dirán, ¿no es verdad también que un grupo de parlamentarios del Pacto Histórico se había pronunciado contra la reforma, en el estado en que ella iba? Lo es, como también es cierto que algunos de ellos venían haciendo, desde el año pasado incluso, advertencias sobre la manera como la iniciativa se había desfigurado.
Pero en este caso, como en otros, el gobierno terminó atrapado entre sus ideales (y los ideales de miembros de su bancada) y las conveniencias políticas. Y como en otros casos, terminó decantándose por las conveniencias. Claro, sin balcón, sin proclamas, sin actos ceremoniales, simplemente dejándole ese trabajo oscuro y un poco vergonzoso al ministro del Interior, Alfonso Prada.
¿Por qué oscuro y vergonzoso? Porque esta reforma, que empezó al igual que otras como una iniciativa para depurar y modernizar la política nacional, terminó convertida en un Frankenstein sin sentido aparente. Aparente, decimos, porque si uno mira con cuidado descubrirá que sí tenía sentido y propósito claro: por un lado, favorecer las estructuras y las aspiraciones de políticos como Roy; y por otro lado, y más preocupante aún, darle al gobierno todas las ventajas posibles en la arena política para que sus candidatos pudieran fácilmente prevalecer en las regionales de octubre y luego en 2026. Era, en resumen, la puerta para la prolongación del “proyecto del cambio” más allá de estos cuatro años.
¿Qué otro sentido podían tener, acaso, normas como la prohibición de la financiación privada, los micos que favorecían a los parlamentarios actuales, y la licencia para el transfuguismo? Muy sencillo: permitirle al gobierno, mediante su poder y su chequera, constituir un gran partido que reemplace a su débil y ya fracturada coalición, atrayendo políticos de otros partidos hoy obligados por la ley a quedarse donde están. Y así, transfuguismo en acción y chequera en mano, conformar una fuerza invencible. Qué alivio que fracasó esta intención tramposa.
Por fortuna nuestro Congreso, ese mismo al que recientemente llamamos a que salvara la patria, es plural y en él hay diversidad de opiniones, al punto de que ni siquiera todos los que acompañaron a Petro en la campaña le apoyaron en este adefesio. Desde el año pasado venían haciendo sonar las alarmas. Veteranos conocedores como Humberto de la Calle hicieron equipo con jóvenes activistas como Jota Pe Hernández, y esa llave, y otras más, fueron cruciales para producir este resultado.
De modo que, por más que afanosamente el Presidente intente contener el daño negando esta iniciativa, la realidad es que estamos frente a la primera gran derrota del gobierno en el Legislativo. El cual simplemente hace su tarea: en ningún artículo de la Constitución dice que la labor del Congreso sea inclinarse frente al Presidente y firmar sin leer todo lo que este les mande.
Entre otras cosas porque el ‘cambio’ que se proponía en la reforma política era un cambio para empeorar