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Desoladora, por sus cifras catastróficas para la vida, es la Primera evaluación global de la biodiversidad forestal, “Below the Cannopy”, (Debajo del dosel arbóreo), realizada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), la mayor organización conservacionista independiente en el mundo. La investigación fue presentada el pasado martes en Londres, Inglaterra.
Denuncia que las poblaciones silvestres monitoreadas de aves, mamíferos, reptiles y anfibios, que habitan los bosques, se redujeron en 53 %, entre 1970 y 2014, el año más reciente para el que hay datos disponibles.
Las actividades humanas aparecen como principales responsables de la pérdida de selvas, animales y la degradación de los ecosistemas. La mayor parte de esta pérdida se produce en los trópicos, donde hay más vida silvestre que perder, como la Amazonia, sobre la que Colombia tiene gran responsabilidad.
Por albergar más de la mitad de las especies terrestres y ser un gran sumidero de carbono, las selvas son vitales para la salud del planeta y todas sus especies, entre ellas el hombre, que de no reorientar su relación con la naturaleza, será el causante de su propia desgracia, cazador cazado.
Desde su análisis, de manera propositiva, la WWF plantea a los líderes mundiales la urgente necesidad de realizar una declaratoria de emergencia global, que asegure un nuevo acuerdo para la naturaleza y las personas con vistas al año 2020, a fin de detener el colapso climático, salvaguardar los espacios naturales restantes y hacer que el modelo de consumo y producción actual sea más sostenible.
Los bosques deben ser el espíritu de este nuevo acuerdo, debido a su importancia para la mitigación del cambio climático, la conservación de la biodiversidad y la humanidad.
Hoy, en la mayoría de los países, sobre todo en los más pobres, la esperanza de recuperación de las selvas es aún remota. En 2018 los bosques tropicales perdieron 12 millones de hectáreas de cobertura arbórea, cuarta pérdida anual más alta desde que comenzó esta medición en 2001, como lo denunció el Instituto de Recursos Mundiales.
En Colombia, cuyo territorio es 53 % selvas, en las que habitan 55.000 especies animales y forestales, según el Ideam, la pérdida de bosques primarios aumentó 9 % entre 2017 y 2018, hecho que se había disparado desde 2015.
Tal arrasamiento, paradójicamente, se relaciona, con el proceso de paz por la salida de las Farc de sus “santuarios” en las selvas de la Amazonia, los Andes, Pacífico y demás áreas de la “Colombia profunda” y la llegada de otros actores ilegales y organizados, relacionados con la explotación de maderas, minas, cultivos ilegales, apropiación y saqueo de las tierras públicas; expansión de las fronteras agrícola y ganadera.
El cuadro regional es también dramático. El pasado miércoles, el gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez, denunció a una empresa maderera ilegal que, solo en Remedios, taló 5.000 hectáreas de bosques nativos, entre 10 y 15 millones de árboles.
Aunque la pérdida de las selvas alimenta un tsunami de extinciones de especies naturales, no todo es cataclismo. Hay opciones de revertir esta situación y cada persona tiene un papel importante en este plan por la defensa de la vida en el planeta.
Se ha demostrado que muchas de las especies primarias expulsadas, sacrificadas o arrancadas de sus hábitat por acción del hombre e incluso por fenómenos naturales, regresan a sus territorios 30 años después coincidiendo con la regeneración del rebrote secundario de los árboles. Es clave sentir como propios los problemas ambientales y contribuir en su solución.