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Bien dicen que no hay felicidad completa. Los cafeteros están pasando por una racha de buenos precios, algo que no se veía desde hace mucho tiempo, pero que, paradójicamente, podría significarles el trago más amargo. La razón es que algunos productores están incumpliendo con la entrega de café que habían pactado con las cooperativas a través de contratos a futuro. Quieren aprovechar los mayores precios del mercado, en los que hoy la carga bordea 1.800.000 pesos. El comportamiento es inaceptable, pues habían acordado la venta a un precio menor.
Como se sabe, el mecanismo de venta de café a futuro ha sido muy útil: les da certeza a los productores del ingreso que recibirán. Es decir, no dependen de la volatilidad propia de la cotización del grano. Este instrumento de negociación supone que el productor conoce sus costos y puede evaluar si el precio del mercado a futuro, que está pactando, le generará una utilidad. Si es así y decide negociar parte de su cosecha, cuando llegue el momento de entrega ya sabrá cuánto le van a pagar.
Hay que reiterar que los contratos de ventas a futuro obligan la entrega del producto por el precio pactado. No puede ser que solo se respete a conveniencia de una de las partes. Entre 2017 y 2019, el mecanismo funcionó bien. El café subió y los productores pactaron el precio de venta a futuro, pero luego el grano bajó. Llegado el momento, entregaron su café, tal como lo pactaron, y recibieron el valor negociado, que les benefició. Pero ahora el péndulo está del otro lado. Cuando no había noticias de la ola de frío en Brasil, que disparó la cotización internacional, y el dólar no estaba tan caro, la carga se negociaba a 800.000 pesos. Hoy está a más del doble. Ante esta diferencia de precios, algunos productores —no todos— han decidido incumplirles a las cooperativas; prefieren vender el grano en el mercado al mejor precio.
El asunto se vuelve un enorme problema que crece en cascada, ya que el productor que le quedó mal a la cooperativa obliga a esta a salir a buscar café a precios más altos para poder cumplirle, a su vez, a la Federación. Esto, obviamente, le genera una pérdida a la empresa solidaria y sus asociados. Ahora bien, si la cooperativa decide incumplirle a la Federación, el lío crece más aún: el afectado será el Fondo Nacional del Café, que tiene que honrar los compromisos de entrega en el exterior. Como quien dice, esto puede representar desde la quiebra de las cooperativas hasta graves problemas que arrastren al Fondo del Café.
¿Qué está fallando, además de la palabra dada? Para empezar, da la sensación de que se estuviera perdiendo poder gremial. Por su comportamiento, los productores no se sienten obligados con la Federación, su asociación, y prefieren buscar el beneficio propio. Aunque el gremio, en su comité de ética, se pronunció y una publicidad que señala “Yo cumplo” ha circulado, el mensaje no parece calar en la conciencia de quienes solo piensan disfrutar el momento de auge.
Ahora, si bien hay que hacer un llamado a los productores para que honren su palabra y cumplan con los contratos de venta, también debe hacérselo a las cooperativas, que no pueden ser unas ruedas sueltas. Tendrán que afinar los mecanismos, como multas por incumplimiento —que algunas sí las tienen, aunque hay productores que prefieren pagarlas—, para hacer respetar los contratos a futuro. En este sentido, pues, hay que llamar al orden a los gerentes de las cooperativas.
En medio de este caótico momento, al parecer hay políticos interesados en azuzar a los productores para que caigan en el grave error de sacar provecho de los altos precios, así ello implique incumplimientos a las cooperativas. Justo ahora viene la última parte del año, cuando están programadas las entregas de café. No puede ser que el mecanismo de futuros se respete cuando conviene. Esa sería la ley del embudo