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El episodio de la extraña muerte del coronel Oscar Dávila se pone más oscuro cuando vemos el inexplicable afán con el que algunas personas del círculo del Presidente corrieron a asegurar que dicha muerte fue un suicidio”.
¿Por qué corren un abogado afecto al gobierno y el propio Presidente a asegurar que hubo un suicidio en el caso del coronel Dávila? Así como una caverna se va volviendo más oscura y tenebrosa mientras más penetramos en ella, los recientes escándalos del gobierno de Gustavo Petro han ido tomando un giro hacia lo macabro.
Con el pasar de los días, lo que empezó como un lío doméstico entre la jefe de gabinete de la Casa de Nariño y su niñera se ha ido agrandando hasta comprometer al Gobierno y a la campaña del presidente Petro. Todo ya estaba lo suficientemente grave cuando estábamos apenas en el ‘niñeragate’ –plata en efectivo en una maleta, abuso de poder y chuzadas–, cuando el viernes 9 de junio por la noche se produce la extraña muerte del coronel Oscar Dávila, quien tenía un papel prominente en la seguridad del Presidente de la República, y quien, según versiones iniciales, habría tenido algo que ver en la interceptación del teléfono de la niñera Marelbys Meza y su posterior interrogatorio con polígrafo.
Pero este episodio, que por sí mismo es ya bastante perturbador, se pone más oscuro cuando vemos el inexplicable afán con el que algunas personas del círculo inmediato del Presidente corrieron a asegurar públicamente que dicha muerte fue un caso de suicidio. Sabiendo, como sabemos, que en todos estos casos hay un procedimiento que seguir, hay reglas, hay análisis técnicos especializados, y hay dictámenes que emergen en esos análisis, es inevitable preguntarse cuál era el afán de que inmediatamente se descartaran hipótesis alternativas, y quedara establecido que el propio coronel se quitó la vida.
Así, en efecto, el abogado penalista Miguel Ángel del Río Malo, quien asegura haber sido contactado en busca de asesoría por el difunto coronel, escribió en su cuenta de Twitter aquel viernes por la noche que el oficial “se quitó la vida con su arma de dotación”. Esto cuando habían pasado escasos veinte minutos del descubrimiento del cuerpo.
Por supuesto que el litigante –conocido por sus profunda simpatía con Gustavo Petro, en cuya campaña él mismo afirma públicamente haber participado– no tenía ninguna base ni tenía fundamento para asegurar lo que aseguraba. En un lapso tan corto todo es confusión y angustia. Es por eso que se requiere el trabajo de los investigadores especializados y de los médicos forenses para determinar lo que pasó, y a veces ni siquiera estos equipos, con todos los recursos científicos a su disposición, puede extraer conclusiones tan categóricas. ¿Por qué entonces corrió el abogado del Río a asegurar que era un suicidio, cuando no solo no había análisis especializados sino que estos ni siquiera habían comenzado? ¿Cuál es el afán?
Pregunta que también se le puede hacer respetuosamente al Presidente de la República. Doce horas después de los hechos, cuando todavía no había ningún tipo de pronunciamiento técnico sobre las causas, el primer mandatario también aseguró que se trató de un suicidio. “Ha muerto por suicidio”, escribió el Presidente en un largo trino de 914 caracteres en los cuales, además de hacer tal aseveración, hace otras afirmaciones sobre los hechos, como que no había dos disparos en su cuerpo ni se habían hecho más disparos en el lugar. Nos preguntamos: ¿cómo lo sabía, o sobre qué base lo afirma, si no había todavía informes de los cuerpos de investigación? ¿Y por qué el afán en insistir en el suicidio?
Y como si fuera poco, ahora se han conocido dos hechos que le imprimen mayor misterio a la muerte del coronel. El primero es el episodio de la periodista Silvia Charry, de la revista Cambio, que llamó al coronel para preguntarle sobre el escándalo de la niñera, y el oficial le dijo, tal y como se oye en la grabación: “Yo no me puedo pronunciar ante eso porque... mejor dicho, me acaban”. Y el segundo hecho es que, según otra periodista, esta vez Diana Mejía, de BluRadio, el coronel alcanzó a enterarse de que los niños indígenas habían aparecido y llamó a una familiar a contarle la gran noticia. ¿Es posible que apenas unos minutos después de esa llamada se hubiera suicidado? ¿Es normal que alguien se baje a comprar una botella de agua e inmediatamente se suicide?
El abogado del Río no solo ha querido imponer la teoría del suicidio, sino que ha estado muy activo en sus declaraciones a los medios y en las propias redes tratando de posicionar la narrativa de que se trató de una persecución implacable de la Fiscalía contra el difunto oficial, una especie de cerco que no le habría dejado salida. Curioso, cuando el propio Coronel, en una carta firmada por él, había ofrecido colaborar con ese organismo.
El abogado incluso insinúa que parte de aquel cerco mortal había sido responsabilidad de la periodista Silvia Charry. Le tocó a él mismo corregirse pero dejó en evidencia su intención de reforzar su teoría del suicidio. Y alejar el trágico episodio lo más posible de la Casa de Nariño.
Si fue o no un suicidio, no lo sabemos. Y como no lo sabemos, no vamos a afirmar una cosa ni la contraria. Vamos a esperar a que los estudios de Medicina Legal y del CTI nos den toda la información que puedan recabar sobre el lugar, sobre el cuerpo, y sobre los hechos. Solo en ese entonces nos iremos formando una opinión. No tenemos ningún afán de asegurar categóricamente que sólo pudo haber sido una de las varias posibilidades que hay. Aun si los dictámenes forenses confirman que fue un suicidio, subsiste la pregunta de por qué estaban tan afanados en afirmarlo cuando todavía no había ningún fundamento para hacerlo. Sobre todo porque en estos tiempos de ataques del Gobierno a la independencia judicial, deja un mal sabor que el propio Gobierno dé veredictos antes de que se haga el proceso judicial independiente.