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Una cosa es ir a comprar libros y otra celebrar alrededor de los libros y sus creadores. Es lo que se vive en la Fiesta del Libro y la Cultura en Medellín.
En Medellín, a diferencia de otras ciudades de Colombia y de todo el mundo, no se hace una Feria del Libro. Se hace una Fiesta del Libro y la Cultura. Y la diferencia no es menor: una cosa es ir a comprar libros y otra es celebrar y ser felices alrededor de los libros y sus creadores.
Por supuesto que el mercado del libro es supremamente importante porque con él se alimenta esta industria vital para la creación y el conocimiento, pero poner a las letras como protagonistas de una especie de carnaval es escalar un paso más allá.
En ese orden de ideas desde aquí aplaudimos la manera como se viene recuperando esta Fiesta que había quedado maltrecha luego de que la azotó tanto la pandemia del Covid como los inefables manejos del sector de la Cultura en la administración de Daniel Quintero.
La Fiesta del Libro volvió a alegrar Carabobo Norte, llenando los espacios del Jardín Botánico, el Parque Explora y sus calles aledañas, hay que recordar que el año pasado la acotaron por falta de plata y a duras penas estuvo en el Orquideorama. Anímese, en este momento, mientras lee estas líneas, la Fiesta está prendida, la entrada es totalmente gratuita y va hasta este domingo 15 de septiembre.
Leer y entender es el mejor antídoto para estos tiempos de manipulación y noticias falsas que pululan en las redes sociales. Las narrativas plagadas de medias verdades y de mentiras que tratan de posicionar los tiranos modernos solo se pueden combatir con argumentos y con relatos que respetan la verdad y el entendimiento. Leer es un antídoto contra el odio. Leer nos hace a cada uno y a todos mejores seres humanos.
Y ya que hablamos de la Fiesta del Libro de Medellín no podemos dejar de mencionar algunos de los libros protagonistas de esta edición. El largo vuelo del cirirí, en el que el periodista y exalcalde de Medellín, Alonso Salazar, hace un fiel seguimiento de la vida de Fabiola Lalinde, la mujer a quien en los años ochenta le desaparecieron su hijo Luis Fernando Lalinde, y por cuya memoria vivió hasta hace pocos años.
El cineasta Víctor Gaviria presentó Órbita de cosas olvidadas, un libro con sus poesías entre 1978 y el 2004, con el que entramos a su mundo más íntimo donde late una ternura inusitada y profunda, como son tiernos sus personajes de La vendedora de rosas, que de tan abandonados no tiene más remedio que la vida dura y el desespero.
También con poesía, estuvo por La Fiesta la poeta bogotana María Gómez Lara, habló de Don Quijote a voces (Pretextos, 2024) un poemario publicado hace unos meses en España en el que desentraña al hidalgo, al caballero que ve en los molinos de viento a grandes enemigos y en Dulcinea a una mujer que necesita ser rescatada. Gómez Lara, que es una de las poetas jóvenes más premiadas del país, trae a una conversación moderna el libro más clásico de la lengua.
Está también el libro de Carlos Raúl Yepes, una exploración al humanismo, en la que conversan los más grandes autores sobre el cuidado, la ética, la democracia y las redes sociales. Es una gran biblioteca en la que se dan las discusiones que todos deberíamos tener con nosotros mismos.
A ellos se suma un libro muy oportuno para recuperar parte de la memoria de Medellín, “El GEA: la historia completa del Grupo Empresarial Antioqueño” de la reconocida periodista Gloria Valencia, que con su prosa agradable condensa los eventos y relatos más relevantes que han definido el rumbo del mítico y muchas veces malinterpretado “Sindicato Antioqueño” o “GEA”. A partir de más de 60 entrevistas y una exhaustiva investigación de archivos, Gloria Valencia reconstruyó los esfuerzos de miles de personas que, durante más de un siglo, se han dedicado a construir y proteger el patrimonio empresarial de Antioquia.
Es así como cuenta la historia desde el arranque del siglo XX, cuando Antioquia fue pionera de una figura que define mucho el carácter del paisa, la Sociedad Anónima, como mecanismo para la asociación de pequeños capitales, lo que permitió impulsar importantes emprendimientos y consolidar una cultura de arraigo en torno a las empresas paisas. Estas incipientes grandes compañías se acostumbraron a no tener un único dueño, sino a ser propiedad de muchos accionistas minoritarios, entre los que había fundaciones, empresas públicas, comunidades religiosas, el ahorro de familias y muchos otros actores de la sociedad civil.
También entra en detalle de los primeros intentos de tomas hostiles en los años 60, de grandes grupos económicos que buscaban tomarse las atractivas compañías de Antioquia, y sobre todo relata los maravillosos esfuerzos de toda una generación de empresarios de la región que se pusieron de acuerdo para proteger el patrimonio con aquella estrategia única que dio origen al “Sindicato Antioqueño”. Y por supuesto, el libro explora a fondo la reciente saga de la toma hostil del Grupo Gilinski sobre las compañías del GEA.
Estos son apenas unos cuantos de las decenas de miles de títulos, sólo una parte de las 3.000 actividades que componen la fiesta en la que todos estamos invitados a hacer un homenaje a los libros, a la creatividad y al conocimiento.