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¿De qué está hecha la izquierda de Petro?

hace 3 horas
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  • ¿De qué está hecha la izquierda de Petro?

A casi tres años de la posesión de Gustavo Petro como Presidente de la República no son pocos los que siguen refiriéndose al suyo como el primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia. Sin embargo, a esta altura del mandato, cabe preguntar: ¿De qué está hecha la “izquierda” que proclama Petro?

A esa pregunta, el Gobierno y sus seguidores suelen responder sacando la carta de las tres reformas sociales –la laboral, la pensional y la de la salud– a las que tratan de presentar como revolucionarias. Pero, lejos están de serlo.

Hace una semana, por ejemplo, se redujo la jornada laboral en Colombia; sin embargo, no fue producto de la reforma del gobierno Petro sino por otra aprobada en 2021. En el caso de la pensional, el Presidente la defiende con el argumento de darles bonos a los adultos mayores. Pero la realidad es que ellos ya reciben un subsidio, desde hace 18 años, y aunque la idea de aumentarlo es loable, no se necesita una reforma: Petro desde el primer día de su gobierno pudo priorizar ese gasto en su presupuesto. Y en tercer lugar, la reforma a la salud, aún sin aprobar, se ha aplicado por la puerta de atrás y más que mejorar la atención de los colombianos se ha convertido en pesadilla.

Paradójicamente, estos avances sociales son herencia de gobiernos anteriores, incluso aquellos que Petro califica como de derecha. La Ley 100 que creó el sistema de salud, el subsidio al adulto mayor y la ley que redujo la jornada laboral de 48 a 42 horas fueron promovidos por Álvaro Uribe en distintos momentos de su carrera política.

Si se evalúa el proyecto de Petro desde los derechos civiles, el panorama no mejora. La frase dicha en un consejo de ministros —“a mí nadie que sea negro me va a decir a quién excluir”— revela un racismo soterrado. Y a eso se suma cómo utilizó la figura de Francia Márquez para su elección, y luego la ha marginado en el Gobierno. También queda un sabor a machismo cuando en su élite íntima ocupan lugar privilegiado personajes señalados de acoso y violencia intrafamiliar. El martes el propio Petro salió con la frase de que él gasta el 80% de su tiempo resolviendo “vendettas” entre mujeres en su gabinete. Una declaración que no solo minimiza el liderazgo femenino, sino que perpetúa estereotipos.

En cuanto a corrupción, otro flanco en el que la izquierda debería ser inflexible, el entorno presidencial ha fallado: las investigaciones contra su hijo por ingreso de dineros ilícitos en campaña, contra su hermano por interferencias ante la justicia y contra su círculo de confianza en múltiples escándalos, son hechos que una izquierda genuina combatiría como forma de desigualdad estructural.

Las víctimas reales de la violencia suelen quedar relegadas mientras el Gobierno les rinde tributo a sus victimarios: los sube a la tarima, intercambia sombreros con ellos y ahora prepara una ley para perdonarles la cárcel.

¿Qué tipo de izquierda es esa? Tal vez la “izquierda” con la que más se identifica Petro es con la versión estatizante. Un modelo que ha fracasado en numerosos países: prometían igualdad y justicia social, pero todos, sin excepción, terminaron en crisis económica, produciendo represión y privilegios para una nueva élite burocrática.

Basta con repasar lo que sucedió en la Unión Soviética, Cuba, Venezuela, Rumania, Alemania Oriental y Checoslovaquia. China, desde 1978, inició reformas para desmontar el modelo comunista. Su éxito económico de hoy no reivindica al comunismo sino que confirma que su fracaso obligó a una transformación profunda.

Como si fuera poco, Petro habla de Daniel Quintero como su sucesor. Un exalcalde que convirtió la administración local en una máquina de escándalos. ¿Ese es el legado que Petro le quiere dejar al país en nombre de la izquierda?

La izquierda, en su esencia, se ha construido sobre pilares como la defensa de lo público, la lucha contra las desigualdades, la transparencia institucional y la solidaridad social. Pero en estos tres años, el presidente Gustavo Petro ha demostrado una desconexión profunda con esos principios. Y ha intentado llenar ese vacío con demagogía.

Petro ha optado por una retórica divisionista, por enfrentar al país consigo mismo, alimentando resentimientos sin ofrecer soluciones. Ha utilizado el lenguaje de la izquierda para proteger alianzas con victimarios, para deslegitimar a la prensa libre y para despreciar a quienes no se alinean con su visión mesiánica. Esa no es una izquierda emancipadora, sino una figura populista y autoritaria.

Si algo ha quedado claro en estos tres años, es que el petrismo no representa una izquierda democrática, moderna ni ética. Es, más bien, un proyecto personalista que ha vaciado de contenido las banderas que dice enarbolar.

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