Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
En el ocaso de París se filtraban los últimos rayos de sol a través del Arco del Triunfo, que justo daba tras la figura menuda de Egan Arley Bernal Gómez vestido de amarillo. Con las notas del himno de Colombia, el Tour de Francia daba este 28 de julio la bienvenida a su nuevo campeón, de 22 años.
Atrás quedaban los 21 días infernales de carrera, con temperaturas extremas de calor y frío y 3.480 kilómetros de travesía, con máxima exigencia en Los Pirineos y Los Alpes, en una edición histórica en la que se batieron registros de velocidad en descenso (101,5 km por hora) y la trepada más rápida al mítico monte Galibier, en 22 minutos y 28 segundos, por parte de Nairo Quintana.
La ovación y el reconocimiento a Bernal fueron unánimes: su sencillez en el trato y su madurez emocional le hacen merecedor de un respeto temprano en el pelotón de los mejores del ciclismo mundial. Acató las reglas como gregario del campeón de 2018, Geraint Thomas, pero en las cuatro etapas finales, en la dureza de Los Alpes, Egan demostró las condiciones que dan lugar a que se le llame “el elegido” entre las nuevas estrellas del ciclismo planetario.
Este domingo ya pocos recordaban el violento accidente que sufrió Bernal el 4 de agosto de 2018, que le costó varias piezas dentales y un severo trauma facial. Pero este colombiano representa valores superiores: honestidad, perseverancia y entrega, los que lo llevan, como él dice, a “tomarse los sueños muy en serio”.
Por eso Egan le da concreción a la larga lucha del ciclismo y el deporte colombianos, iniciada con Cochise en una breve participación en el Tour de 1975, y en la posterior incursión del equipo Pilas Varta en 1983. Pasaron 36 años de emociones y frustraciones, con retiros, 21 triunfos de etapa y podios como los de Fabio Parra, Nairo Quintana y Rigoberto Urán, para que Bernal diera el pedalazo mayor.
El ciclista de Zipaquirá, municipio que ayer igual que toda Colombia estaba paralizado por la emoción del título, lleva a la cima a este deporte y pone retos enormes a la dirigencia pública y privada: ofrecer proyectos, patrocinio y oportunidades a miles de jóvenes que ven en el deporte la oportunidad de surgir y que, a su vez, buscan construir un país lejos de estereotipos de ilegalidad, drogas, violencia, corrupción e ineficacia estatal.
Como Egan, esos muchachos fijan grandes expectativas en el nuevo Ministerio del Deporte y en el apoyo de empresas conscientes de su responsabilidad social.
Basta ver el enorme sacudón mediático que produjo Egan en medios de información y redes sociales, con mensajes de optimismo, aprecio y respeto ante sus calidades deportivas y humanas. Un patrimonio que desde ya hay que reforzar y alimentar entre las nuevas generaciones, para que no se quede en el registro episódico y la algarabía.
En la victoria de Egan Bernal hay una grandeza deportiva (de talentos y resultados) que impresiona a los expertos. Pero hay también una repercusión social (de identidad y orgullo) que debe ser aprovechada al máximo, en tanto sea otra palanca más de transformación. De trabajo, solidaridad, trasparencia y retos y metas nacionales, de país.
Al lado de Egan, Rigoberto Urán y Nairo Quintana terminaron entre los 10 primeros del Tour, y Sergio Luis Henao llegó a París combativo y firme. Cuatro compatriotas protagonistas de un triunfo histórico, y de la realización de un sueño, que traen esperanza y confianza ante la posibilidad, como nación, de perseguir metas colectivas superiores.