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La fuga de alias “Jesús Santrich”, cerca de la frontera con Venezuela, días después de pedir perdón a Colombia desde el Congreso, con mansedumbre y humildad inusuales, era otra señal de las contrariedades que lo asaltaban a él, a “Iván Márquez” y a Hernán Darío Velásquez, “el Paisa”, frente a su compromiso con los acuerdos de La Habana y el retorno a una legalidad y una civilidad, cuyas exigencias éticas, institucionales y cotidianas, les incomodaron desde el principio.
En los editoriales Iván Márquez: no más esperas (18/06/19) y ExFarc y Eln: malas señales (07/07/19), este diario advirtió de los crecientes y retadores signos que hacían prever el anunciado rearme de los tres cabecillas y su vinculación a los frentes de la disidencia guerrillera, en busca de organizar una versión reencauchada de las Farc.
Ayer se conoció el video Segunda Marquetalia, cuya grabación se sugiere en las selvas del Inírida, cerca del río Orinoco y la frontera con Venezuela, en el cual Márquez anuncia su cantado regreso a las filas de la subversión y la criminalidad que le es propia.
Así lo habíamos analizado hace más de dos meses: “El cálculo que deben hacer el Gobierno Nacional y las Fuerzas Armadas, además del conjunto de movimientos y actores políticos, está en el influjo —negativo para este caso— que tiene Márquez entre guerrilleros rasos y mandos medios, en lo que parece el irreversible rearme de, por lo menos, el 40 % de ese grupo dañino y anacrónico”. Fiel anticipo de la etapa que ahora empieza.
Y luego, ante las posibles alianzas con el Eln reafirmadas ayer por Márquez, dijimos: “Se trata de tres personajes que componen una peligrosa mezcla: de escepticismo radical frente al acuerdo y la construcción de la paz, de desprecio por el Estado y la institucionalidad (Márquez y Santrich, hasta ahora, dejan tiradas sus curules), de mensajes clandestinos que invitan a sus bases a rearmarse y de una violencia capaz de reeditarse”, y que por supuesto se apoyará en adelante en la brutalidad y terrorismo recurrentes en el historial de “el Paisa” y “Romaña”.
Aunque en el mensaje conocido este jueves “las nuevas Farc” anuncian que solo responderán a la ofensiva (oficial) y sugieren que excluyen de sus prácticas el secuestro y la extorsión, es la hora menos indicada para ingenuidades y tardanzas: los frentes de la disidencia hoy están estrechamente vinculados con el narcotráfico, vienen creciendo en hombres-arma y están azotando los territorios y comunidades en los que merodean.
Más allá de la lectura y el fondo políticos que tiene este nuevo alzamiento, que desde ya desalienta y mina el proceso con el Partido Farc y del que nos ocuparemos en otro editorial, el Estado debe reforzar de inmediato un trabajo intenso de inteligencia y cerco militar a los auspiciadores de esta amenaza a la seguridad y estabilidad del Gobierno y la sociedad.
La retórica bolivariana y antisantanderista empleada ayer por Márquez, asociada con deseos falsos de integración y convivencia cuya antítesis es su rearme, no pueden borrar de la historia el esfuerzo generoso de reconciliación que hizo el país y al que ahora Márquez, Santrich, el Paisa y Romaña le apuntan con sus fusiles.
Inicia un capítulo para el que se requiere una templanza que sepa alentar y acompañar a quienes continúan en el proceso de paz -cerca del 80 % de los excombatientes-. Temple que a la vez afirme el combate contra quienes insisten en intimidar y exigir cambios mediante las armas y la violencia. No hay que permitir que se frustre un acuerdo que, al igual que otros firmados en el mundo, afronta disidencias previsibles .