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Editorial

El caso Djokovic

La relativización de la verdad y la explosión de “narrativas” en las redes sociales no solo producen profundas e irreconciliables discrepancias en la política,
sino que en temas como el de la salud pueden provocar catástrofes.
El caso Djokovic
ilustración Elena Ospina Publicado

Serbia, de donde es el tenista Novak Djokovic, tiene la segunda tasa de muertes en exceso por covid-19 en el mundo, según la revista The Economist. En este país de los Balcanes no está vacunada ni la mitad de sus habitantes.

Por supuesto, puede ser una coincidencia, pero no deja de ser curioso el dato, teniendo en cuenta la manera como el tenista número uno del mundo y figura estelar en su país se ha resistido a vacunarse. El tema ha estado en la agenda de noticias esta semana porque a pocos días de comenzar el Abierto de Australia, la participación de Djokovic ha estado en vilo. Cuando trató de entrar al país para comenzar sus entrenamientos se lo prohibieron por no estar vacunado. Pero en las últimas horas están buscando excusas varias para dejarlo competir. Al fin y al cabo, no solo es el tenista número uno del mundo, sino que busca ganar por cuarta vez consecutiva este torneo (la décima vez que lo ganaría en su carrera) y espera pasar a la historia batiendo el récord de 21 Grand Slams que comparte con Roger Federer y Rafa Nadal.

La polémica que se ha creado no es menor. Guardadas las proporciones, es como si en el próximo mundial de Fútbol, el de Qatar, no pudiera jugar Francia, el actual campeón, porque algunos de sus jugadores no quieran vacunarse contra el covid, y mantuvieran a Mbappe, Griezman y Benzema retenidos en un hotel de migrantes.

El caso se ha convertido en un tema de prioridad nacional en Serbia. Djokovic se declaró secuestrado, su padre lo comparó con Espartaco y con Jesucristo y convocó a marchas para defenderlo, y hasta el propio presidente serbio se mostró en pie de guerra y habló de “cacería política” del primer ministro de Australia contra Djokovic.

El suceso se produce justo cuando el mundo está viviendo un nuevo revolcón de la pandemia, el cuarto, por la variante ómicron del covid-19. En solo una semana, cerca de diez millones de personas se contagiaron en el mundo. Y en Colombia en diez días los nuevos contagios saltaron de 3.000 a 31.170. Claro que mientras en julio del año pasado cuando teníamos ese número de contagios se reportaban 580 fallecidos, ahora los fallecidos están por los 50 diarios.

Aún no es del todo claro si la menor letalidad tiene que ver con que la variante ómicron es menos agresiva que sus predecesoras o si es efecto de la inmunización por la vacunación y los millones ya contagiados. Pero nadie —ni siquiera Djokovic— puede desconocer del impacto de las vacunas en la lucha contra la pandemia.

En Colombia, por ejemplo, casi el 83 % de los mayores de 50 años tienen el esquema completo de vacunación, el 80 % de los mayores de 3 años tienen al menos una dosis y cerca del 60 %, el esquema completo.

El caso particular de Djokovic da para varias reflexiones. En primer lugar, parece la versión serbia del “usted no sabe quién soy yo”. No es la primera vez que el tenista trata de sabotear las políticas sanitarias. Ya lo había hecho en 2020, cuando en pleno confinamiento armó un torneo e invitó a una fiesta sin distanciamiento. Lo cual es lamentable porque precisamente Djokovic, por ser un referente mundial, es el primero que está llamado a dar ejemplo en medio de una crisis de salud como la que estamos viviendo.

Por supuesto, habrá quienes salgan a defenderlo arguyendo la libertad y el derecho de cada cual de hacer lo que considere. Sin embargo, ¿hasta dónde va la libertad en casos como este? Djokovic, con su rebeldía, pone en duda los hechos científicos que demuestran que las vacunas han salvado vidas. O al menos es negacionista frente a datos como que las vacunas han evitado en Estados Unidos 1,1 millón de muertes.

Más allá de este caso en particular, estamos hablando de un enorme desafío para la humanidad. La relativización de la verdad producto de la época y la explosión de narrativas en las redes sociales no solo producen profundas e irreconciliables discrepancias en la política, sino que en temas como el de la salud pueden provocar verdaderas catástrofes.

Con posiciones como la de Djokovic no lograremos que el 70 % de la población mundial esté completamente vacunada para julio, meta indispensable, según la OMS, para poner fin a la peor etapa de la pandemia.

Bien dijo el también tenista Rafael Nadal, “Creo en lo que dicen los profesionales de la medicina, y si dicen que tenemos que vacunarnos, tenemos que hacerlo. Si te vacunas, puedes jugar donde sea. El mundo ya ha sufrido lo suficiente como para no seguir las normas”. La verdad o, si se quiere, los hechos no necesariamente son siempre relativos 

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