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Tal vez no sea aventurado decir que, sin Roy Barreras, Gustavo Petro no sería hoy Presidente. En efecto, aun cuando a nuestro mandatario y a sus seguidores les gusta mucho hablar de este como un “gobierno popular”, ungido y elegido por el pueblo, la legítima victoria de Petro en las urnas (nadie la pone en duda) corresponde a realidades que, si se miran con microscopio, son más complejas.
La principal de ellas fue una estrategia muy inteligente que llevó al entonces candidato a hacer dos cosas. Primera, a moderar un poco su plataforma que tradicionalmente había sido combativa e incendiaria. Y segunda, a buscar sistemáticamente, en todas las regiones de Colombia, el apoyo de aquellos clanes políticos que viven del clientelismo y que son capaces de movilizar un amplio caudal de votantes. Esos clanes, siempre rechazados y condenados por los activistas de izquierda que luchaban hombro a hombro al lado de Gustavo Petro, recibieron entrada Vip en su campaña para gran disgusto de muchos en el Pacto Histórico. Ambas estrategias, junto con otros factores, le permitieron a Gustavo Petro imponerse sobre Rodolfo Hernández con una diferencia que si bien es clara no es arrolladora. Y por lo que sabemos, ambas se deben principalmente a Roy Barreras.
Tampoco es aventurado decir que, sin Roy Barreras, los éxitos que este gobierno celebra en sus primeros 100 días no habrían sido posibles. Esos éxitos, principalmente, han tenido lugar en el Congreso, donde el Gobierno logró en tiempo récord la aprobación de una reforma tributaria de muy amplio alcance, la expedición del marco legal para su política de “paz total”, y la ratificación del Acuerdo de Escazú. Detrás de estas victorias está el esfuerzo de muchas personas y eso no se puede desconocer, empezando por los ministros (en particular el de Hacienda). Pero poca duda cabe de que la construcción de las mayorías y su coordinación directa correspondió al Presidente del Congreso Roy Barreras, que conoce esta institución al pie de la letra, y sabe qué hacer para componer una mayoría y ponerla a trabajar.
Al constatar, entonces, el papel central que la figura de Roy Barreras ha tenido en esta administración, cabe preguntarse cuál sería el rumbo y la suerte de ella si no contara con su presencia.
Esta pregunta se hace vigente ahora que el propio Roy Barreras, en una serie de entrevistas a medios de comunicación, anuncia que su retiro del Congreso estaría cerca, y posiblemente también su retiro de la actividad política. Del Congreso se retiraría, según sus declaraciones, al finalizar el periodo de sesiones en junio de 2023, y con él su rol como presidente de la corporación.
Sabemos que el senador padece de una enfermedad sobre cuyo diagnóstico y tratamiento ha venido informando al país con prontitud y transparencia. Sobre eso solo podemos decir que de nuestra parte van los más sinceros deseos para que el tratamiento sea eficaz y la recuperación sea rápida. Naturalmente, esto puede tener un peso en la decisión que anuncia Roy.
Por las razones mencionadas, todo indica que el retiro de Roy Barreras significaría un golpe duro para la administración Petro. Sin su capacidad de componer acuerdos políticos y ponerlos a funcionar, se ve muy difícil que el Gobierno pueda tramitar en el Congreso reformas ambiciosas y controversiales. Tal vez es por eso que el propio Barreras, al anunciar su retiro, urgió al Gobierno a que rápidamente mande al Congreso las reformas pensional, de salud y laboral, tal vez con la esperanza de que él pueda empujar su trámite en los meses que le quedan en el Congreso.
Sabemos sin embargo por experiencia que la aprobación simultánea de tres reformas de semejante nivel es prácticamente imposible, más en un año en el que las elecciones regionales robarán la atención de los políticos. Mayor será la dificultad, además, si recordamos que el Pacto Histórico llegó al Congreso principalmente con activistas poco expertos en el manejo político. Un Gustavo Bolívar (o alguien similar, dado que supuestamente él también se va) sería tal vez más fiel a la ideología y a la plataforma política, pero menos capaz de sacar adelante proyectos en el Congreso.
Hay otro rol que ha jugado Roy Barreras, y que ha sido particularmente prominente en sus declaraciones recientes: el de la voz sensata y razonable que pide aterrizar la labor de gobierno y alejarla de los anuncios irresponsables y escandalosos que la han venido caracterizando. La voz razonable que dice que no podemos parar la exploración de hidrocarburos. La voz sensata que pide no acabar con las Eps y más bien construir sobre lo construido. La voz que suplica a ministros menos Twitter y más trabajo.
Cabe entonces preguntarse si en ausencia suya serán las voces contrarias las que ganen preeminencia en el Gobierno. Basta ver el efecto que esas voces tienen sobre la cotización del dólar o sobre la prima de riesgo de Colombia para saber por qué esto sería indeseable.
Puede ser, también, que Roy Barreras esté examinando un rumbo político futuro. Esto no se puede descartar: no sería el primer político que, como arranque de una gran aspiración, anuncia que se va a retirar. El tiempo nos lo dirá.
En lo que sí es sin duda un político único es en su decir que se retira porque aspira a ganar un premio Nobel de Literatura.