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Hoy se cumple un mes desde que inició su presidencia Gustavo Petro Urrego. Mal haríamos en pretender hacer un balance en tan poco tiempo. Nosotros, como seguramente todos los colombianos, queremos que al gobierno le vaya bien, si eso significa que al país le va bien. Por lo pronto, y con ese ánimo de ayudar a construir, queremos identificar los motivos de esperanza pero no podemos dejar de lado las preocupaciones que nos asaltan.
Las esperanzas se resumen en una, cuya importancia no se debe desestimar: Petro tiene una conexión con la gente. Esto es muy importante y hacía falta: en Colombia venía creciendo la sensación de que el gobierno en particular y el Estado en general se estaba alejando de la gente. Tal vez con la buena intención de diseñar políticas bien fundamentadas, muchos de nuestros tecnócratas abrieron más esa brecha, y en ocasiones la gente percibía sus actitudes como si fueran desdén o desprecio. Este es un camino peligroso: si la gente no se siente representada o interpretada, pueden venir cosas muy graves para el país.
Pero esa virtud de Petro si bien es importante no es suficiente. De hecho, el 56% de aprobación de los colombianos a sus primeras semanas de gestión, muestran que si bien la mayoría le da su aval no es aplastante.
En este primer mes se puede evaluar, por ejemplo, la conformación del gabinete. Se le valora que está abriendo mucho más el ámbito de la administración pública para que tenga una composición más diversa. La intención de que lleguen más mujeres, de universidades antes no representadas, de grupos étnicos, es una buena idea.
Tenemos algunas preocupaciones que queremos expresar, no a manera de condena, sino de sugerencia constructiva, pues tiempo para corregir todavía hay. La mayor tiene que ver con el sector de la energía, un tema con el que no se juega so pena de enfrentar consecuencias muy serias (apagones, racionamientos, desabastecimientos). La ministra de Minas y Energía parecería haber sido nombrada con la misión de desmantelar el sector. Lo preocupante es que, en el ideario radical de la ministra, este tipo de empobrecimiento de la sociedad es visto como algo bueno. Nuestro gran temor, que ya hemos advertido, es que ese sea también el ideario del presidente.
En esta misma línea, nos preocupa que la idea con la que haya llegado el gobierno sea la de desmantelar y desbaratar cosas en vez de reformarlas. Decía el periodista Felipe Zuleta, hay una ministra de Energía a la que no le gusta la energía, una ministra de Trabajo a la que no le gustan los empresarios (que son los que generan trabajo), una ministra de Salud que quiere acabar con las EPS, y un ministro de Defensa que está desmantelando las capacidades de seguridad y defensa. Reformar está bien, sobre todo si existe un plan serio y estructurado de reforma, que no se ve en ninguno de estos ámbitos.
La falta de plan serio, que por ejemplo es evidente en energía, donde la ministra ni siquiera entiende las cifras de su cartera, es también preocupante en relación a la llamada “paz total”. Hay una expresión de buena voluntad del gobierno, manifestada en concesiones que nadie entiende por qué se dan tan temprano. Pero nada garantiza que la buena voluntad por sí sola produzca la paz. Hace falta una estrategia, y hace falta, sobre todo, tener claro que en ningún momento se va a desproteger al país y a su gente. Este gobierno parece dispuesto a todo con tal de colgarse esa medalla. Podríamos terminar con unas Fuerzas Armadas y de Policía maniatadas, reducidas en sus capacidades de acción, y un país a diestra y siniestra dominado por el ELN y todo tipo de organizaciones criminales.
Una última preocupación: todo (menos las concesiones a los criminales) está arrancando muy lento. Hasta hace apenas dos días ni siquiera estaba completo el gabinete. Hay todavía sectores acéfalos. Y en general se percibe una incertidumbre que por el lado de los negocios y las inversiones se manifiesta en parálisis: la gente no quiere moverse mientras no vea más claridad. Eso en un mes lanza una alerta. Más, podría ser catastrófico