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Editorial

El taco de todos los días

Publicado

Hay que comenzar por decir que el sistema de cobro por congestión es polémico en Medellín y en todo el mundo. Aquí en Colombia, Enrique Peñalosa no lo pudo aplicar en su pasada alcaldía de Bogotá y en Hong Kong se quedó en la fase piloto porque la opinión pública también se opuso.

Claro que en el fondo hay algo de ideología y de política. Porque de la misma manera en que se opusieron férreamente a Peñalosa, alegando que estaba beneficiando a los ricos, ahora su sucesora Claudia López lo pudo poner en práctica sin mayores reparos.

En el caso de Medellín, el cobro por congestión que entró en vigencia el pasado primero de febrero fue una medida cuestionada desde que se anunció. Incluso algunos, como un exsecretario de Tránsito de Medellín, dijo que era producto de “un Estado alcabalero” que privilegió el recaudo sobre la movilidad y el medio ambiente. En otras palabras, más que una medida para descongestionar, se trataba de aprovechar el miedo al taco para poner un impuesto más.

Y esa crítica se hizo más fuerte al final de esta primera semana de operación del cobro por congestión. Taxistas, conductores de transporte público y ciudadanos se quejaron de los tacos. EL COLOMBIANO hizo un sondeo en Twitter para conocer la opinión ciudadana. El 55 % de los consultados consideró que la movilidad empeoró. Solo el 10 % notó una mejoría.

La medida ha estado atravesada por un debate ciudadano sobre si con ella se busca aliviar la calidad del aire (una de las razones para imponer el pico y placa sobre los vehículos particulares) o si se trata de un negocio más que en poco contribuye a la movilidad y al medio ambiente. La administración ha argumentado a favor diciendo que con el cobro por congestión se busca desestimular la compra de más vehículos porque hay opción para seguir usando el que se tiene si se paga la tarifa. Y puede tener razón. Porque entre pagar los poco más de 38.242 pesos o comprar otro carro, con los costos que implica, tal vez muchos se decanten por la primera opción.

La alcaldía de Medellín reveló las cifras de la primera semana. En total, 49.200 vehículos pagaron para estar exentos de la medida. Si tenemos en cuenta que el parque automotor del valle de Aburrá susceptible de pico y placa es de 1.525.341 vehículos, quiere decir que solo el 2,64 % pagó por la exención.

Entonces, ¿por qué tanto taco? Las cifras son confusas. Según la alcaldía, durante la primera semana de cobro aumentaron en un 24 % los viajes en el valle de Aburrá, lo que demuestra que la gente siguió desplazándose en su vehículo particular, que puede estar representado en ese 2,64 % que pagó, unos 7.920 vehículos diarios.

Pero el porcentaje mínimo puede ser engañoso. Porque, ciñéndonos al número de vehículos, si en promedio miden cuatro metros, estamos hablando de que 7.920 vehículos que pagaron para saltarse el pico y placa cada día, puestos en fila, ocuparían 31 kilómetros de vía. Eso es significativo. Incluso si no todos los vehículos que pagan fueron carros, sino también motos, igual estamos hablando de un espacio considerable de ocupación de las calles.

De manera que, en efecto, este no parece ser un cobro por descongestión. Porque en la práctica la ciudad con este cobro permite ocupar las calles a un número de carros suficientes para mantener el atasco.

Y aún más. Puede convertirse también en un impuesto regresivo. Porque si se tiene en cuenta que quienes usan las motos son personas que las necesitan para trabajar y que viven de un sustento mínimo, cobrarles 8.384 pesos por día para sacar su herramienta de trabajo no es poca cosa.

Otro asunto que ha generado ruido es el recaudo. Durante la primera semana, el recaudo fue de 1.561 millones; recursos que están destinados al Fondo de Estabilización del Sistema Masivo de Transporte, es decir, para subsidiar la tarifa del Metro y evitar mayores alzas. Esa destinación, sin duda, es acertada. Porque cada día se debe mejorar las posibilidades del trasporte masivo.

El director del Amva, Juan David Palacio, dijo que el cobro es un plan piloto y que está sujeto a análisis. Y, por lo pronto, no parece estar dando los resultados que se esperan. Tanto así que le cayó un contradictor de peso, Braulio Espinosa, el alcalde de Envigado. El mandatario dijo que la medida merecía ser revaluada y revisada por los diez alcaldes del área metropolitana.

Mientras tanto, el taco se perpetúa 

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