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Si bien el coronavirus representa ante todo una crisis sanitaria de un tamaño excepcional, es también un choque con efectos muy negativos para la economía colombiana. Es una crisis inédita que afecta a muchos sectores productivos y a los trabajadores y empresas formales e informales que los componen.
En general, las empresas están en la primera línea de la crisis. Están siendo desestabilizadas en su organización del trabajo y producción. Las grandes empresas, además, han visto cómo el desplome de los mercados bursátiles hace que se reduzca su valor, mientras que las pequeñas y medianas están expuestas teniendo en cuenta el debilitamiento de su tesorería y a veces un endeudamiento muy elevado. De hecho, las pequeñas y medianas empresas representan, según el Dane, el 35 % del PIB, el 80 % del empleo.
Hay empresas a las que el confinamiento y el cierre progresivo de las fronteras las llevará a perder entre el 80 % y 90 % de sus cifras de negocios. Tal es el caso de las del sector comercio (no alimenticio), agencias de viaje, hoteles, transporte, restaurantes, cines, entre otros servicios.
A pesar de las dificultades, muchas empresas están actuando con pragmatismo y responsabilidad para proteger la salud de sus asalariados, y garantizarles salarios y empleo, como Arturo Calle, Crepes & Waffles, Tecnoglass, Grupos Argos y Sura, por mencionar algunos casos. Y entidades que las agrupan, como Proantioquia, lideran activos programas de ayuda. Para las empresas no es fácil tomar decisiones que llevan a detener o ralentizar sus actividades. Las empresas responsables han cerrado sus puertas para que sus empleados no se contaminen, pero al cerrar y sin tener ingresos, es muy difícil mantener sus nóminas.
Otras han iniciado producción de elementos necesarios, como Bavaria y los ingenios azucareros, que están aportando productos indispensables como alcohol para elaborar gel antiséptico, o apoyo a los servicios médicos, como en el caso de Postobón, que va a financiar la producción de ventiladores mecánicos indispensables para los pacientes en estado crítico por el coronavirus.
Y están también las grandes superficies y los distribuidores de alimentos que están poniendo toda su capacidad logística, trabajando a marchas forzadas para asegurar el funcionamiento de los mercados. Si el abastecimiento de alimentos procesados está funcionando razonablemente y ha permitido que el confinamiento funcione, se debe a la labor titánica de esas empresas, que han respondido con creces a la responsabilidad que tienen.
Las fundaciones que tienen muchas empresas, como el Grupo Éxito, por ejemplo, así como algunos productores de comida, conocen de la vulnerabilidad de los trabajadores informales y están acompañando al Gobierno en la protección de esas personas tan expuestas ante las medidas de confinamiento, dándoles mercados, donando alimentos básicos y suministrando kits de protección contra la enfermedad.
Los bancos también entienden el mal momento de muchos hogares y negocios independientes y han flexibilizado las condiciones de pago de las obligaciones crediticias. Al fin y al cabo, nada le puede mayor daño a la economía que un sector financiero debilitado por la cartera en mora de sus prestatarios.
Estos ejemplos, y hay muchos más, representan un apoyo incondicional, una solidaridad empresarial hacia la población colombiana y empatía hacia los más desfavorecidos. A pesar de lo comprometida que pueda ser la situación, esos esfuerzos solidarios muestran que el repetido eslogan de que este mal momento lo superamos entre todos es posible y Colombia saldrá adelante. Lo ideal es que estas iniciativas crezcan, que las empresas protejan el empleo para sostener los ingresos de los hogares, con estos demanda por productos y servicios y, finalmente, conduce a la recuperación de la economía.