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Guerra sicológica contra Maduro

El prestigioso diario New York Times, con base en fuentes militares y de expertos, asegura que la lucha contra las drogas es el pretexto, pero que en realidad lo que quiere Trump es “expulsar a Maduro del poder.

hace 2 horas
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  • Guerra sicológica contra Maduro

Desde el 12 de agosto, el gobierno de Estados Unidos anunció el despliegue de fuerzas en el Caribe, así como el envío de tres buques de guerra hacia la costa venezolana, y desde entonces Washington ha sido ambiguo: de dientes para afuera dice que el propósito es combatir a los carteles de droga, pero de dientes para adentro parece poner a circular versiones según las cuales el verdadero objetivo es sacar del poder a Nicolás Maduro.

Hace ya 40 días que pende un enorme interrogante en toda América Latina: ¿Se atreverá o no el presidente Donald Trump a ordenar algún tipo de incursión contra el dictador venezolano?

El prestigioso diario New York Times, con base en fuentes militares y de expertos, asegura que la lucha contra las drogas es el pretexto, pero que en realidad lo que quiere Trump es “expulsar a Maduro del poder, de una forma u otra”. Incluso, dice el diario, “podrían estar preparándose ataques o incursiones de comandos dentro de Venezuela con el despliegue clandestino de fuerzas de élite de Operaciones Especiales”.

Es difícil imaginar que una incursión militar, para tumbar a un gobernante en ejercicio, así sea con comandos quirúrgicos, se haga realidad a esta altura de la historia. Luego de lo costoso que ha sido para Estados Unidos meterse en otros países, no se ve factible que repita en Caracas la operación contra Noriega de 1989.

Entre otras cosas porque si de verdad Washington estuviera pensando en derrocar de esa forma al dictador, lo lógico es que el asalto se hiciera en silencio. Sin embargo, en estos tiempos inciertos, de política volátil, nada se puede descartar: la invasión de Rusia a Ucrania o el ataque despiadado de Israel a Gaza, por ejemplo, son una muestra de lo impredecibles de los gobiernos de mano dura.

Por lo pronto, la estrategia de Estados Unidos tiende a parecerse a la del cerco diplomático cuando se inventaron la figura presidencial de Juan Guaidó, que al final no salió bien. En ese entonces, enero de 2019, Trump asustó a Maduro dejando ver el block amarillo del asesor de seguridad John Bolton con la frase: “5.000 militares a Colombia”. Mientras hoy, con un Trump recargado, se habla de una cifra similar, 4.000 militares, pero esta vez de carne y hueso ya desplegados en el Mar Caribe.

La flota cerca de las costas venezolanas incluye un grupo anfibio, destructores, un crucero lanzamisiles, aviones y un submarino. Su objetivo es atacar a los miembros del Tren de Aragua, grupo designado como “organización terrorista” por Trump en febrero, y al Cartel de los Soles, una banda que según Washington se dedica al narcotráfico y en la que están implicados altos oficiales de las fuerzas armadas de Venezuela bajo el mando de Nicolás Maduro.

Trump ha ido construyendo una nueva narrativa en contra de Maduro: lo culpa, a él y a fichas de su gobierno, de ser responsables del flujo de drogas que matan a sus ciudadanos, y también de ser culpables de la migración producto del desastre que ha provocado Maduro.

El informe de la Misión Internacional de la ONU sobre represión y crímenes de lesa humanidad en Venezuela es demoledor. En ese país se ha llevado a cabo un plan sistemático para silenciar la disidencia y perpetuar el control político tras las elecciones presidenciales de 2024 en las que se consolidó la dictadura. Asesinatos en protestas, muertes bajo custodia estatal, más de 2.200 detenciones arbitrarias, tortura, desapariciones forzadas y violencia sexual, todo ello enmarcado en una estrategia de persecución política que, según la Misión, constituye un crímen de lesa humanidad.

Sin duda, comparado con la arremetida de 2019, Trump ha intensificado la guerra psicológica y busca ejercer presión al círculo más cercano de Maduro para desestabilizar su entorno y provocar su caída. El ataque real a tres embarcaciones civiles, que supuestamente transportaban coca, marca un antes y un después en la lucha contra las drogas.

La guerra psicológica, a su vez, ha hecho mella en Maduro, que también hizo su show, movilizó milicias, activó un discurso beligerante y desplegó sus propios ejercicios militares en las calles.

Es un momento de la historia que no parece tener una buena salida: malo si se queda el tirano, malo si lo sacan a la fuerza. El mejor intento lo ha hecho María Corina Machado, cuando de manera valiente ganó las elecciones que el déspota le robó, hay que repetirlo con la aquiescencia del presidente Gustavo Petro.

Por nuestra historia en común y nuestra vecindad, Colombia podría convertirse en un gran mediador en este momento. Pero para ello se requeriría un liderazgo que dejara de lado el lenguaje populista y la consigna fácil y trasnochada.

Lamentablemente Petro cada día demuestra ser más un compinche de Maduro. Le acolitó el robo de las elecciones, niega que exista el cartel de los soles, denunciado desde hace más de 10 años por generales venezolanos, y ahora también trata al Tren de Aragua como si fueran unas mansas palomas.

Los millones de venezolanos que se encuentran en la diáspora, los que hemos acogido y los que sufren las dificultades del día a día en su tierra, merecen ver por fin el camino despejado para reconstruir un país en libertad.

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