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La amenazadera de Petro

Cada discurso como este del primero de mayo aleja más a Petro del Presidente que prometió ser y lo acerca peligrosamente a los dictadores que la historia condena.

02 de mayo de 2025
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  • La amenazadera de Petro

El discurso de Gustavo Petro del primero de mayo estuvo lleno de ataques al Congreso de la República y de símbolos de guerra, como si el hoy Presidente no pudiera dejar atrás ese afán de usar la fuerza que lo ha perseguido toda su vida.

La Plaza de Bolívar se convirtió en un teatro de la intimidación. Petro puso delante suyo, durante la hora que duró el discurso, la espada (o el sable) de Simón Bolívar. Luego pidió que le pasaran una bandera roja, negra y blanca, que él mismo ondeó diciendo: “Nos obligan a levantar la bandera de la libertad o muerte... la bandera del pueblo hoy”.

Y más adelante reiteró la amenaza cuando advirtió que los congresistas tal vez no van a aprobar la consulta popular que radicó ayer mismo. “Sí, cómo no; no aprueban la consulta... sí, cómo no”, decía y repetía con tono burlón mientras agitaba una y otra vez esa bandera “de la muerte” en un acto medio tenebroso.

Además, cabe recordar que para completar la escenografía, el Gobierno ya había hecho traer desde el Cauca a miles de indígenas que durante los días previos se dedicaron de manera extraña a ejercicios para intimidar tomándose edificios públicos y bloqueando vías de Bogotá.

Petro, a lo largo de su discurso, utilizó duros agravios contra el Congreso. Con sarcasmo dijo que el telón que cubría el Capitolio –que lo protege de grafitis durante las manifestaciones– era “una mortaja negra” con la que, según él, los congresistas le dan la espalda al pueblo. Los llamó “vampiros” y “hp” por oponerse a su consulta popular e hizo asociaciones malintencionadas como decir que “hay dueños de la prensa, hay senadores y hay narcotraficantes que no se leen la Constitución”.

Toda la puesta en escena parecía responder a un libreto, cuidadosamente orquestado, para mostrar fuerza e intimidar, en una estrategia del Presidente para intentar imponerse más por el miedo que por la persuasión. “El pueblo de Colombia se levanta y los revoca”, fue la frase con la que cerró esta suerte de acto teatral de la política. El Día del Trabajo, una fecha históricamente consagrada a la reivindicación de derechos laborales y al reconocimiento de las luchas obreras, se convirtió así, por obra del presidente Gustavo Petro, en un escenario de confrontación institucional impropia para un jefe de Estado. Lo que debía ser una jornada de unidad nacional y respeto por la dignidad del trabajador colombiano fue convertido en un discurso cargado de amenazas.

El uso de acusaciones genéricas y sin evidencia concreta contra miembros del Congreso no solo erosiona la confianza pública en las instituciones, sino que se torna en un discurso peligroso, que busca deslegitimar al Legislativo y promueve un ambiente de hostilidad nada sano para la democracia. Petro por momentos pareciera que trata de romper las columnas que sostienen la democracia constitucional, trata de acabar con el equilibrio de poderes, para darle espacio a aventuras de un autócrata. La ofensa contra el Congreso por parte de Petro llegó a ser tan absurda que acusó a un congresista de manera temeraria y profundamente irresponsable de la muerte de un miembro del partido de gobierno, mientras hacía perifoneo en favor de la consulta, en Miranda, Cauca. Dijo Petro: “Alberto es el primer muerto gracias a las decisiones de ese Congreso. A Alberto lo matan por Pinto (refiriéndose al senador Miguel Ángel Pinto), por haber negado el tránsito de la reforma laboral, y aunque no lo ordenó, la sangre de Alberto lo ensucia a usted y su familia”.

Estas acusaciones temerarias no solo desacreditan a sus opositores, sino que también instrumentalizan el dolor de las víctimas para fines políticos. Cada vez es más evidente que Petro lo que está haciendo es utilizando la consulta popular para armar una plataforma electoral a su movimiento político de cara a las elecciones de 2026. Un país que necesita reformas serias no puede avanzar mientras el Ejecutivo desacredita al Legislativo y alienta un falso dilema entre “el pueblo bueno” y “los congresistas traidores”. No es la primera vez que el Presidente recurre a la polarización y la movilización como herramientas para ganar elecciones. Así lo hizo en el 2022 con el “estallido social”. Sin embargo, las condiciones esta vez son distintas.

La reforma laboral, como las demás iniciativas del Gobierno, debe discutirse en el Congreso con argumentos, cifras y en el marco del respeto mutuo entre ramas del poder. Amenazar con “saltarse” al Congreso a través de la movilización popular implica desconocer que la voluntad del pueblo también se expresa a través de sus representantes.

El Jefe de Estado tiene todo el derecho de defender sus propuestas, pero no puede hacerlo al precio de dinamitar la convivencia democrática, ni de sembrar división con discursos incendiarios y mucho menos desde una plataforma de amenazas y de miedo. Cada discurso como este del primero de mayo aleja más a Petro del Presidente que prometió ser y lo acerca peligrosamente a los dictadores que la historia condena.

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