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El lento goteo de la inmigración mundial se ha convertido en una verdadera catarata. La presión de la violencia, el hambre extendida a causa de la guerra en Ucrania y las ganas de no dejarse hundir, de buscar algo mejor, contribuyen a que las personas se lancen a una peligrosa aventura que, bien sea en la frontera con Estados Unidos, España, Italia o Colombia, por citar solo algunos ejemplos, está llena de incertidumbres.
Las escenas son dolorosas aquí o allá. Solo en junio, 50 asfixiados en un tráiler en Texas que trataban de entrar a Estados Unidos; 37 personas muertas que intentaron saltar la valla en Ceuta para pasar de Marruecos a España; a lo que se suman 843 ahogados este primer semestre, migrantes que zarparon de las costas de África para intentar llegar a las Islas Canarias.
Y qué decir de lo que ocurre cada día en la selva del Darién, frontera natural entre Colombia y Panamá. Esta semana, cuatro venezolanos murieron intentando cruzarla. El lamentable caso de Freddy Lira Martínez, expolicía de Venezuela que intentaba llegar a Orlando, en la Florida, y murió en el tapón del Darién, así lo confirma. Su historia, cubierta por este periódico, habla de la crudeza de esta travesía que, según cifras oficiales, se ha cobrado la vida de nueve personas en lo que va de año.
Los datos de Acnur, la agencia de la Onu para los refugiados, demuestran que son cada vez más frecuentes las travesías por el Mediterráneo con desenlaces fatales. Y sobre los que desaparecen en el desierto del Sahara se ha perdido la cuenta. Los refugiados y migrantes no tienen otra opción diferente a confiar en traficantes para cruzar y esto los expone a toda clase de riesgos y abusos. Se cuentan por miles los que tratando de llegar a Malta o a Italia son abandonados, interceptados o detenidos, especialmente en Libia, que se ha convertido en un territorio totalmente hostil para quienes quieren cruzar el mar. Acnur reportó que el año pasado murieron o desaparecieron 3.231 personas en el Mediterráneo.
El problema más acuciante en el África es el hambre y Putin lo está utilizando “como un arma, un verdadero crimen de guerra”, en palabras del alto representante para la política exterior, Josep Borrell. Hay veinte millones de toneladas de grano que permanecen bloqueadas en silos y puertos de Ucrania, sin posibilidad de viajar al exterior a través del mar Negro por el bloqueo naval que mantiene Rusia. El presidente ruso ha encontrado la forma perfecta de presionar a Occidente, porque las hambrunas pueden generar revueltas sociales a causa del precio del pan, las olas migratorias y los conflictos a mediano plazo.
Y es que los datos hablan por sí solos. Según la Comisión Europea, hasta antes de la invasión rusa, Ucrania producía 10 % del trigo, 13 % de cebada, 15 % de maíz y más del 50 % del aceite de girasol que se consume en el mundo. Timothy Snyder, profesor de historia de la Universidad de Yale, considera que esta estrategia diseñada por Vladímir Putin para ganar la guerra “es un nuevo nivel de colonialismo y el último capítulo en la política del hambre”.
Pero los efectos no solo se sienten en Europa o en el África. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) aumentó las proyecciones de pobreza en América Latina a causa de este conflicto que a veces pareciera lejano. Estiman que ocho millones de latinoamericanos serán empujados al hambre, lo que llevará seguramente, más presión a la frontera de Estados Unidos. Por desgracia, hay que decir que los países en los que Acnur espera un incremento de más de un punto en la pobreza son Colombia, México, Paraguay y Brasil, de manera que el panorama se vislumbra un poco oscuro.
Así las cosas, sigue siendo bastante cuestionable la supuesta neutralidad de países como Argentina. México y Brasil en esta guerra. Bolsonaro dijo en su momento “No tomaremos partido. Queremos la paz, pero no queremos que haya consecuencias para nosotros aquí”. Pues bien, quiéralo o no, ya las tiene, y bastante gordas. O esa posición de avestruz que asumió López Obrador al decir que “la mejor política exterior es la interior”. El mundo ya no da para eso. Y tratar de esconderse en el propio nido ya no vale.
Es inevitable que el sur global, es decir, gran parte de América Latina, África y Asia, sienta el fuerte remesón del aumento de la migración. Por eso es imposible no tomar posición.
Va a ser interesante observar cuál será la que asuma el nuevo gobierno colombiano frente a un conflicto que, como se ha comprobado, ni es lejano ni es ajeno