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Tan importante es la elección de alcalde de Medellín, que buena parte de la contienda electoral y de los debates giraron en torno a asuntos destinados a dirimir la medición de fuerza de liderazgos nacionales detrás de las principales candidaturas, más que a la definición de la gran visión estratégica de un proyecto de futuro para la ciudad.
La ciudadanía habrá de decidir mañana si lo que quiere es apuntalar la fuerza de los líderes nacionales o regionales que tienen candidatos bajo sus alas, o si considera que de lo que se trata es la elección del líder que la ciudad necesita.
Las leyes electorales consagran la entrega del mandato a quien obtenga la simple mayoría, un voto más sobre el segundo. Lo deseable, para un mayor margen de gobernabilidad, es que la votación sea amplia, el mandato inequívoco. Además porque los alcaldes, a diferencia de otros cargos de elección popular, sí se comprometen con un mandato programático: se elige a la persona y al programa que ofrece a los electores. Si lo incumple, puede verse sometido a un proceso de revocatoria del mandato, por incumplir el programa de gobierno convalidado en las urnas.
Manejar el Municipio de Medellín es administrar un gran conglomerado público que, si se ajustara a indicadores de la empresa privada, sería una de las más grandes del país. No se llega a improvisar. El liderazgo no es solo político, sino financiero, administrativo, técnico. De allí la importancia de examinar trayectorias, experiencia -que no riñe con la juventud-, manejo de lo público.
Y está, obviamente, el mandato aparejado -y el poder y la responsabilidad consecuentes- de decidir la próxima administración de Empresas Públicas de Medellín. Solo uno de los candidatos anunció quién sería su gerente. Los demás se reservaron el nombre para, seguramente, poder hacer sus movidas políticas antes y, en caso de ser elegidos, en los días posteriores para la conformación de coaliciones de apoyo. Habría sido un positivo ejercicio de transparencia haber anunciado los nombres de los gerentes de EPM, así como de cargos claves en la administración municipal.
La campaña se nutrió de múltiples debates. Los electores, si lo quisieron, tuvieron acceso a las propuestas y a la valoración de los talantes de los candidatos, su madurez, estructuración, conocimientos y seriedad. Podrán decidir si quieren, como pasó en Bogotá durante tantos mandatos, ser laboratorio de ensayos políticos de candidatos que ofrecen “independencia”, sin que esta exista, ni en la propia trayectoria de quien la esgrime ni en su potencial ejercicio político.
En las encuestas los grandes temas de preocupación de los ciudadanos son la seguridad, la lucha contra la corrupción, la salud y la educación. Para los especialistas, no se concibe un alcalde que no tenga programas sólidos en materia de movilidad, medio ambiente y desarrollo social y económico, innovación tecnológica, economía productiva.
También se elige mañana Concejo de Medellín, esencial, entre otras cosas, por su capacidad de control político al mandatario local. También allí es fundamental medir la seriedad de los candidatos.
Y, en los demás municipios del área metropolitana, algunos de ellos azotados por la corrupción y la inseguridad, la invitación es a depositar el voto por líderes comprometidos de verdad en erradicar tamaños males.