Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
El electorado castigó a los tres partidos –SPD, verdes y liberales– que desde el 2021 hicieron un experimento que no funcionó y que llevó al país a la peor crisis económica e industrial de su historia reciente.
Alemania celebró elecciones el domingo pasado confirmando el giro a la derecha que todos los observadores habían vaticinado. La participación de los votantes alemanes fue arrolladora pues alcanzó el 82%, la más alta que se ha conseguido desde su reunificación. Y el triunfo del conservador Friedrich Merz trae implícita una carga de expectativas y sueños que sobrepasan su país y que abarcan todo el continente europeo.
Ahora que el péndulo de la historia hace retornar, en algunas partes del planeta, la fuerza bruta y la ley de la selva, muchos esperan de Merz que sea el muro de contención para el avance de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que en estas elecciones duplicó el porcentaje de votos respecto a las anteriores, pasando del 10,4% en el 2021 al 20,4% actual. Bajo el liderazgo de Alice Weidel, AfD se ha convertido en la segunda fuerza en el Bundestag y en la ganadora simbólica de estos comicios. Pero de Merz también se espera que sea el hombre que saque a Europa del shock en el que se encuentra tras descubrir que Estados Unidos está del lado de los malos. Los europeos, atemorizados por los gestos y amenazas de Trump, que incluyen nuevos desafíos geopolíticos, necesitan que les levanten la moral, algo que el primer dirigente de la primera potencia europea puede hacer.
Para lograrlo, su primera misión tiene que ser la de acabar con la percepción de que Alemania está en decadencia. Porque la imagen que transmite la sociedad alemana en estos momentos es la de haberse perdido en el tránsito de la economía industrial a la digital, la de estar muy golpeada por la guerra de Ucrania con su consecuente fin de la energía barata, y la de haberse petrificado ante la perspectiva de la desindustrialización.
Será crucial que consiga reformar la norma constitucional que impide al gobierno endeudarse e invertir en infraestructuras, lo que se conoce como freno a la deuda (debt brake). Y para ello necesitará que el Bundestag lo apruebe, algo muy complicado pues requiere que dos tercios de los diputados lo apoyen y que la ultraderecha no lo bloquee.
A la vez, Merz deberá hacerse respetar por Donald Trump en unas relaciones en las que el juego de la intimidación es clave, pues no hay peor amenaza para la industria automovilística alemana que la aplicación de aranceles. Su habilidad diplomática se verá expuesta para poder recomponer el eje histórico con Francia que Olaf Scholz, canciller saliente, destrozó. Mientras que a la vez deberá conseguir que el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) que Schulz representa le avale sus propuestas.
El electorado por su parte habló y castigó a los tres partidos –SPD, verdes y liberales– que desde el 2021 formaron la llamada coalición semáforo, un experimento que no funcionó y que llevó al país a la peor crisis económica e industrial de su historia reciente. Lo que ahora se necesita es un gobierno estable que dé soluciones a retos como la inmigración, la seguridad, la vivienda y la creciente polarización. Los últimos dos años han traído una recesión asfixiante, de manera que Merz tendrá que encontrar alternativas para un modelo económico e industrial que indudablemente ya no funciona.
Otro asunto que se pondrá a prueba tras los resultados de estas elecciones es el cordón sanitario de la política alemana. Merz necesita un gobierno de coalición y en principio ha rechazado aliarse con los ultraderechistas que cada vez están más desinhibidos en sus intenciones y simpatías y que cuentan con el apoyo de la administración Trump. Las palabras del vicepresidente JD Vance en Munich resuenan todavía en la mente no solo de los alemanes sino de los europeos. Sostener que la peor amenaza de Europa es la propia Europa, cuestionar los valores democráticos y la libertad de expresión de ese continente, parecen consignas de un mundo al revés en el que el gobierno estadounidense considera que en la Rusia de Putin sí se producen.
El escritor portugués Gabriel Magalhaes, indignado ante lo que escuchó, supo dar una respuesta con la que muchos europeos se identifican: “No, señor Vance, no nos diga que el infierno que todavía existe en nuestras sociedades, los restos culturales de nuestros autoritarismos, son nuestro mejor cielo. Eso se lo creerá usted. A nosotros nos han costado millones y millones de muertos en dos guerras mundiales”.
Lo que viene para Alemania importa y mucho en el resto de Europa. El futuro primer ministro alemán Friedrich Merz tiene grandes retos ante sí y necesita tiempo, ya que la economía se mueve por ciclos largos, pero el problema es que no dispone de mucho. La hasta hace poco llamada “locomotora de Europa” ha de recuperarse pronto si quiere seguir liderando a una Europa que necesita peso en el contexto internacional.