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El índice de la pobreza multidimensional que divulgó el Dane recientemente incorpora variables de educación, salud, vivienda, mercado laboral y condiciones de la niñez y juventud, tiene además la virtud técnica de usar para su construcción los datos del censo poblacional de 2018. Contar con ellos permite una representación muy completa de la pobreza en el país hasta antes de la pandemia. Un ejercicio esencial como herramienta para la política pública y las investigaciones de los expertos.
El índice muestra que la situación estaba mejorando relativamente, había menos pobreza entre 2018 y 2019 (de 19,1 % a 17,5 %). En 2018 había 9,1 millones de pobres y en 2019 pasaron a 8,6 millones, con lo cual cerca de 600 mil personas salieron de la pobreza. Lo mismo sucedía en las cabeceras municipales y en lo que podrían llamarse las zonas rurales (centros poblados y rural dispersos). Si bien la pobreza es estructuralmente más alta en las zonas rurales que en las cabeceras municipales, también estaba disminuyendo en esas zonas en dicho período.
De otro lado, la información permite detectar algunas vulnerabilidades de segmentos de la población que son proclives a ser afectados duramente por las crisis. Por regiones, la pobreza es más alta en nuestras costas Caribe y Pacífica (sin el Valle del Cauca), pero precisamente fue en ellas donde la situación mejoró más en esos años.
Una lectura que también debe hacerse de esta información se refiere a la importancia que tiene en los números la presencia en el país de población venezolana. Esos migrantes muy pobres están contados en estas cifras. Una parte importante del millón y medio de venezolanos, que según Migración Colombia residía en Colombia antes de la pandemia, estaba en muy malas condiciones, sin trabajo fijo, en la mendicidad y algunos pocos, en la delincuencia.
Esa es una parte de la explicación de por qué no mejoraron más las cifras de pobreza en una economía que mostró un crecimiento sostenido de alrededor del 3 %. La migración pesó mucho en ciertas regiones como la caribe. En Bogotá y Antioquia, la presencia de migrantes venezolanos también afectó las estadísticas y puede ser parte de la explicación de que la pobreza no haya caído en ellas. En Bogotá, con un aumento de tres puntos porcentuales en su índice de pobreza, el impacto puede haber sido importante y en un muy poco tiempo, a pesar de que la ciudad crece por encima del promedio nacional.
Como lo han advertido varios organismos internacionales (Cepal, Naciones Unidas, Banco Mundial), los logros en la disminución en la pobreza pueden perderse como consecuencia de la pandemia. Muchos de los componentes del índice multidimensional se están deteriorando por la crisis. El desempleo de larga duración, la inasistencia escolar, la informalidad, el cuidado a la primera infancia son hoy peores que hace un año.
El aumento previsto de la pobreza en Colombia debe ser una preocupación permanente de la política pública. Recuperar el dinamismo de la economía es la clave para que la situación de pobreza mejore, pero no va a ser fácil. De ahí la importancia de los programas sociales del Gobierno que han amortiguado hasta ahora el golpe sobre los más vulnerables y que sería impensable reducir súbitamente. Esta es una de las principales y más graves secuelas de las recesiones provocadas en todo el mundo por los confinamientos y hay que mitigar el impacto de la crisis sobre esa población.