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Después de varias semanas de confinamiento estricto (con algunas excepciones), del 25 de marzo al 27 de abril, Colombia se está preparando para volver a la normalidad. Sin embargo, como lo ha advertido el Gobierno con toda claridad, la salida de confinamiento será paulatina. La idea, en palabras del presidente Duque, es “reabrir la vida productiva”, no así la vida social. Como se espera que el virus permanezca un tiempo circulando en el país, el levantamiento del confinamiento se hará gradualmente para algunos sectores de la economía, sin perder el control de la epidemia.
El problema, como se ha visto con la experiencia de otros países, es que hay mucha incertidumbre. Sin vacuna o medicamentos para tratar la enfermedad, el comportamiento de la pandemia es errático y con una salida prematura del confinamiento se corre el riesgo de un rebrote que congestione los servicios de salud y lleve a una nueva cuarentena con elevados costos económicos y sociales.
De ahí que la hoja de ruta para salir del confinamiento tenga que estar cuidadosamente diseñada. En una entrevista reciente a la Voz de Bogotá, el presidente Duque enunció un decálogo de cómo sería esta nueva etapa que se ha denominado de “aislamiento preventivo, obligatorio, colaborativo e inteligente”.
En el decálogo es esencial la protección de los más vulnerables (niños y jóvenes, adultos mayores de 70 años, personas con preexistencias), el cierre de fronteras, imposibilidad de hacer eventos públicos y de acudir a bares y discotecas, estímulo al teletrabajo y cumplimiento de protocolos de bioseguridad en los sectores productivos y en el transporte público.
Sin embargo, surgen varias preguntas que es conveniente responder para que las cosas se ajusten mejor. Es necesario asegurar que las personas vulnerables, en especial ancianos y enfermos, tengan en sus casas apoyo para poder continuar con el distanciamiento físico. De otro lado, ante la posibilidad de que colegios y universidades continúen cerrados, es fundamental evaluar las quejas y corregir las dificultades que se han dado con la educación a distancia.
No se menciona en el decálogo la necesidad de fortalecer aún más la capacidad del Estado para hacer pruebas masivas, rastrear los contagios y aislar a quienes se requiera. Es necesario avanzar velozmente en este frente. Y también lo es el de asegurar el recibo de las ayudas. Se trata apenas del incremento paulatino de las excepciones por lo que es crítico compensar a los afectados con la cuarentena.
Las ciudades más grandes son las que tienen los mayores retos. Se ganó un tiempo valioso con el confinamiento, pero todavía se requiere fortalecer la capacidad del sistema sanitario para enfrentar el pico infeccioso. Y son también las que más requieren la reactivación económica.
Sería conveniente precisar cuáles son las normas de distanciamiento físico para que en un futuro no muy lejano empresas, universidades, colegios y guarderías puedan continuar con su actividad. Habría que reconfigurar por ejemplo, la forma en que se hacen las clases y, para el caso del teletrabajo, adecuar las normativas laborales.
Por último, y no menos importante, el Gobierno debe evaluar su capacidad para imponer una nueva cuarentena si la enfermedad se dispara después de salir de esta primera etapa. Esa es la estrategia del acordeón de la que también se ha hablado. Se tendría que diseñar un mecanismo de alerta temprana que permita comunicar a tiempo nuevas medidas, que se espera no sean necesarias.