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Un daño colateral de la recesión mundial provocada por el coronavirus ha sido la disminución de los envíos de recursos que hacen los trabajadores extranjeros a sus familias en su país de origen, pues muchos estaban empleados en sectores afectados directamente por las medidas de contención del virus, como la construcción, la hotelería y otros servicios. El colapso del mercado petrolero, de otra parte, hundió el PIB de los países productores de crudo del Golfo (Kuwait, Arabia Saudita, EAU, Catar, entre otros), y con esto debilitó su demanda por mano de obra extranjera, estimada en 35 millones de personas.
Con ese panorama, en abril el Banco Mundial pronosticó que las remesas disminuirían cerca de 20 % en 2020. Una reducción que golpea fuertemente a las economías emergentes, que son las principales beneficiarias de esos recursos, con más de 800 millones de hogares que dependen de ellos para sus gastos básicos. La reducción resulta aún más impresionante si se tienen en cuenta que en 2019 las remesas mundiales enviadas por 200 millones de trabajadores alcanzaron la cifra récord de 551 mil millones de dólares, la mayoría de ellos provenientes de Estados Unidos, Emiratos Árabes y Arabia Saudita. Los principales receptores fueron India, China y México.
Las remesas de trabajadores colombianos en 2019 también fueron un hito, con un monto de 6.773 millones de dólares. Frente al total mundial pasaron de representar un 1,1 % en 2017 a 1,2 % en 2019. Aunque es un monto relativamente reducido si se compara con otros países, desde 2010 estaban ganando cada vez mayor importancia como una fuente estable de recursos externos para Colombia. De otro lado, el origen de los recursos se modificó, si bien las principales fuentes continúan siendo Estados Unidos y España, en las cifras actuales Chile y Argentina pasaron a sustituir parcialmente a las remesas que provenían de la malograda Venezuela.
Las cifras de remesas que recopila el Banco de la República muestran que estaban comenzando a caer en el primer trimestre del año, con un decrecimiento de 2,6 % en relación con el último trimestre de 2019 (1.706 millones de dólares contra 1.752 millones); aunque el nivel todavía es alto, seguramente en abril y en los meses que siguen la caída será mayor, de acuerdo con las estadísticas sobre el comportamiento de la actividad productiva en los países donde se concentran los migrantes colombianos, quienes además estaban trabajando en los sectores más vulnerables a las medidas sanitarias como reseña un trabajo de 2019 de la misma institución (Migración internacional y determinantes de las remesas de trabajadores en Colombia).
Una caída de las remesas de los trabajadores colombianos en 2020, que puede llegar a estar entre 35 % y 40 % según los estimativos de Asobancaria, traería serias consecuencias y es algo a lo que no se le ha dado la debida importancia. En primer lugar, una buena proporción de los hogares de los departamentos del Valle del Cauca, Antioquia, Risaralda y Cundinamarca, donde están la mayoría de las familias receptoras, van a reducir su consumo. También es una mala noticia para las cuentas externas del país, porque hasta ahora las remesas han contribuido a atenuar el déficit corriente de la balanza de pagos, que aun así había llegado a estar en un peligroso 4,6% del PIB y que puede crecer aún más ante la caída generalizada de los ingresos externos. La recuperación de las remesas irá de la mano de la apertura del mundo desarrollado.