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El bitcoin fue noticia recientemente por dos razones. En primer lugar, porque después de una remontada considerable de su precio en 2020, en el año nuevo su comportamiento ha sido muy volátil, con una caída de 17 % el martes pasado, que aumentó el nerviosismo de los inversionistas, en la medida en que perdió los 50.000 dólares por token que había conquistado el 16 de febrero. En segundo lugar, porque se insinúan cambios regulatorios en el mundo y en Colombia para las criptomonedas.
Para analistas importantes como Ariel Rubini, el desplome reciente del precio del activo virtual es una confirmación de su predicción del fin de la burbuja del bitcoin. Este se benefició, como en general los mercados financieros, del flujo de liquidez generado por las políticas de los bancos centrales para encarar la crisis económica provocada por la pandemia.
Para Rubini el bitcoin es un espejismo y es muy peligroso. El auge del bitcoin y, en general, de las criptomonedas, es solo un juego de activos especulativos, peor que la fiebre de los tulipanes en Holanda en el siglo XVII. La diferencia con los tulipanes, cuyas flores tienen alguna utilidad, es que las criptomonedas no generan en sí mismas ningún ingreso, utilidad u otro servicio. Además, su reserva de valor ante los riesgos no está comprobada.
Ante los comentarios desalentadores y el nerviosismo de los inversionistas que temen que la recuperación global lleve a que los bancos centrales reduzcan sus políticas expansionistas, muchos han entendido que el momento es de recogida de beneficios y de ahí el derrumbe en el precio del token.
También están quienes creen que el bitcoin es el valor refugio del futuro, y en esa calidad va a tener la importancia que hasta ahora ha tenido el oro. De otra parte, no dependen de un banco central y estarían por fuera de su influencia. Los defensores del bitcoin argumentan también que puede ser más volátil que el oro pero menos que, por ejemplo, los valores del índice Standard & Poor’s. Teniendo en cuenta esas consideraciones muchos inversionistas profesionales están apostando a ese mercado.
El punto es que, con la llegada de los inversionistas profesionales, que compran para horizontes largos, de cinco a diez años al menos, va a cambiar el entorno del bitcoin. Para los inversionistas se trata de una diversificación de sus portafolios que es bienvenida porque los tradicionales, como los bonos de gobierno, ofrecen una rentabilidad cada vez menor. La presencia de ese tipo de inversionistas impulsa la llegada de la regulación, hasta ahora a la zaga del desarrollo de ese mercado.
En Estados Unidos, en Wyoming y otros estados, y en la Unión Europea se está avanzando firmemente en un marco regulatorio en el que las criptomonedas sean vigiladas por las autoridades. El propósito es disminuir los riesgos para la estabilidad financiera y proteger al consumidor.
Colombia debe mirar con atención esos desarrollos. Por ahora, en medio del auge de las criptomonedas que ha sido muy fuerte en el país, tanto que es el séptimo en el mundo en la operación del bitcoin, se crearon los pilotos de retiro y depósitos de criptomonedas, que son posibles gracias a un marco regulatorio provisional de la Superfinanciera. Sin embargo, como lo advirtió el Ministerio de Hacienda, ninguna autoridad controla la emisión de criptoactivos, ni hay registros de sus emisores. Por lo tanto, el riesgo de perder el patrimonio es voluntario