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La noticia destacada ha sido la acusación formal que cursó el Departamento de Justicia (Fiscalía) de Estados Unidos contra Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Hugo Carvajal, Clíver Alcalá, alias “Iván Márquez” y alias “Jesús Santrich” por los delitos de narcotráfico y terrorismo, así como las millonarias recompensas ofrecidas con el fin de proceder a su captura.
Pero para quienes examinen con atención las 28 páginas de Indictment, aquella es solo una información parcial. El panorama solo estará completo cuando se ajuste con la otra parte esencial de las acusaciones y pruebas que la justicia estadounidense ha venido recolectando y procesando: el “cartel de los soles” de la cúpula del chavismo ha sido, desde 1999 y hasta hoy –así lo dicen textualmente–, una empresa criminal compuesta e integrada con otro socio, en coyunda inescindible: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc.
Para las autoridades de Estados Unidos, las Farc han sido, coincidiendo con la llegada de Hugo Chávez al poder, “el más grande productor de cocaína en el mundo” (pág. 6). En la medida en que acumulaba todo el poder del Estado y fulminaba uno a uno los organismos democráticos y se apropiaba de la justicia, Chávez, en asocio con esas Farc y contando con la participación, entre otros, de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, montó todo el tinglado para “inundar de coca a EE.UU.”.
Aunque la acusación anunciada por el fiscal General de Estados Unidos, William Barr, solo cobija por ahora a “Márquez” y a “Santrich”, la cronología que hace desde 1999 y la magnitud de los acuerdos para producir y exportar la cocaína, por un lado, y comprar y entregar armas en doble vía, por el otro, no se ciñen a actividades solamente de estos dos cabecillas, sino a las Farc como organización, comandadas en ese entonces por otros personajes que hoy, sea desde la actividad política o desde la clandestinidad, saben que tienen cuentas pendientes con una justicia que, contrario a lo que sucederá en Colombia, no les va a convalidar ni amnistiar sus delitos trasnacionales.
La vinculación de la cúpula chavista con el narcotráfico ha sido denunciada desde hace varios lustros. Solo ahora un sistema judicial que no se anda por las ramas documenta datos precisos sobre el modo de operar del cartel, citando reuniones, fechas, operaciones de lavado de activos y pagos de millonarias sumas de dólares a través de terceros. No es coincidencia que aquí esté acusado el exgeneral Hugo “El Pollo” Carvajal, antiguo director de los aparatos de inteligencia estatal de Chávez y que, huido a España, escapó con pasmosa facilidad preciso cuando militantes de la “revolución bolivariana” llegaron a las máximas instancias del poder en ese país.
La respuesta de Maduro y los cabecillas de su régimen ha sido consecuente con lo que cabe esperar de una dictadura basada en el concierto para delinquir. Ya hay en curso delirantes historias sobre conspiraciones, atentados y ataques ideados por el gobierno colombiano. Lo que pasa es que por delirantes que sean las declaraciones de la cúpula del cartel de los Soles, no son menos ciertas las posibilidades de que ese desquiciamiento se traslade a acciones desesperadas de ese régimen contra Colombia, sus autoridades o sus habitantes.
Por supuesto que esto tendrá consecuencias geopolíticas en el continente. Y arreciará la represión y brutalidad del régimen dictatorial. Ayer anunciaron nuevo proceso contra Juan Guaidó, cuya integridad física está en riesgo máximo. El gobierno colombiano debería, si no lo ha hecho ya, tener operativo un grupo especial de crisis para atender y gestionar toda posible retaliación que Maduro y sus aliados pretendan contra nuestro país.