viernes
7 y 9
7 y 9
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aprobados por las Naciones Unidas en 2015, definieron una agenda muy ambiciosa para que en 2030 la humanidad haya solucionado sus numerosos desafíos. Uno de ellos, el objetivo número 2, quiere erradicar el hambre en el mundo. Un propósito loable que advierte el problema ético que representa la presencia de ese flagelo, en una sociedad tan avanzada tecnológicamente como la actual.
Sin embargo, la realidad es tozuda y el último informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”, presentado el pasado lunes 15 de julio por diferentes agencias de las Naciones Unidas (FAO, OMS, PAM, Unicef), muestra que, aunque se producen alimentos en cantidad suficiente para alimentar los 7,7 mil millones de personas sobre el planeta Tierra, un tercio de esa comida se pierde o desperdicia y un poco más de 820 millones de personas, alrededor de 10,8 % de la población mundial, estaban subalimentadas en 2018. Una cifra en progresión continua desde 2015, a un ritmo de 10 millones por año, que está comprometiendo el logro de “hambre cero” en 2030.
De otro lado, en el informe se presenta un nuevo Índice para la Inseguridad Alimentaria Moderada (FIES) que muestra otra faceta del problema. Este indicador, a diferencia del cálculo de subalimentación que relaciona calorías con gasto energético, se basa en una noción más amplia que se refiere al acceso regular a una alimentación sana, equilibrada y nutritiva. El documento muestra que hay 1.310 millones de personas con inseguridad alimentaria moderada, que si se suman a los 704 millones que sufren este tipo de inestabilidad en el grado más severo, da un total de más de 2.000 millones de personas que no tienen acceso regular a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes. Al final, más del doble de quienes tienen hambre están en situación de inseguridad alimentaria.
También se observa que, cuando no hay seguridad alimentaria, las personas comprometen su alimentación y consumen productos de baja calidad nutricional que producen desnutrición o sobrepeso y obesidad. Así las cosas, el hambre y la inseguridad alimentaria, paradójicamente, están llevando a problemas de sobrepeso y obesidad. De hecho, la obesidad está aumentando en todo el mundo. Se estima que en 2018, aproximadamente 40 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso y los adultos con este padecimiento superan los 800 millones.
Aunque se trata de un fenómeno generalizado, la región más problemática en términos de hambre y nutrición continúa siendo África, en especial la subsahariana (20 % de la población). En Asia aumenta la población desnutrida y hay 513,9 millones de personas hambrientas. En América Latina y el Caribe se tienen 42,5 millones de personas subalimentadas. La inseguridad alimentaria, entendida como consumir alimentos de baja calidad, existe también en los países desarrollados de América del Norte y Europa, con un 8 % del total, aunque en este caso no se registran datos relevantes de hambre.
Para la humanidad, alcanzar la buena alimentación es apremiante. No se trata solamente, como se vio, de enfrentar el problema del hambre, ya que inclusive niveles moderados de inseguridad alimentaria acarrean problemas de salud pública. Las autoridades internacionales y nacionales deben enfrentar con firmeza el problema del hambre y la malnutrición, pues estamos retrocediendo, por cuenta del calentamiento global y las migraciones, a niveles del siglo pasado.