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Todo parece indicar que los bogotanos están hoy cerca de tener un metro. Es la primera vez después de muchos intentos que se llega al punto de abrir una licitación para empezar a construir ese sistema de transporte. El siguiente hito en el cronograma es la entrega antes de finales de septiembre de las propuestas económicas por parte de los seis consorcios precalificados. La adjudicación al mejor postor debería definirse en octubre, con lo cual antes de que termine la actual administración del alcalde Enrique Peñalosa estaría definida la empresa que iniciará los trabajos de construcción del metro.
No ha sido nada fácil el camino para llegar hasta acá. El proyecto de la primera línea del metro, que es la que se construirá, debió ser estructurado en los aspectos técnicos, legales y financieros. Fue respaldado por diferentes entidades internacionales para obtener recursos en los mercados financieros y la Empresa Metro debió avanzar en los estudios de la ingeniería básica.
Además de sortear esos desafíos en varios frentes, que se podría decir son normales en un proyecto de esa magnitud y trascendencia, el proyecto quedó en medio de un feroz debate político y no pudo contar con el respaldo de todas las fuerzas sociales y políticas, y fue atacado por sus opositores por todos los medios. Donde el Metro pudo correr más peligro fue en el escenario jurídico, ya que contra él se instauraron tutelas, acciones de nulidad y de cumplimiento. Las cuales hasta ahora no han prosperado, lo que muestra la solidez con que fue adelantado.
Así las cosas, si todo sale de acuerdo con lo planeado, en 2025 Bogotá al fin podrá contar con un metro moderno que se conectará con la red de ciclorrutas, de Transmilenio y del Sistema Integrado de Transporte (SITP). La primera línea, que conecta el suroccidente de la ciudad con la zona de Chapinero, pasando por el centro, tendrá 23,9 kilómetros de extensión y beneficiará a más de 2,9 millones de personas.
Como se sabe de la experiencia internacional y nacional, este sistema de transporte, además de permitir un transporte público de calidad, modifica profundamente la vida de una ciudad. En la presentación del proyecto se ha insistido en las obras (estaciones, edificios de acceso, espacio público) que acompañarán al metro y que serán muy valiosas desde el punto de vista urbanístico para generar una ciudad más amable.
Lo que viene para el metro bogotano es tal vez la prueba más complicada. En la disputa política por la Alcaldía de Bogotá, que acaba de comenzar formalmente, seguramente será uno de los temas álgidos de campaña. Sería de esperar que se impusiera la sensatez y que una vez el proyecto del metro ha llegado a este punto no se le pretenda dar reversa, después del dinero y el esfuerzo que se le ha invertido y de la calidad del resultado que se obtuvo.
Felicitaciones para Bogotá, sus habitantes y sus dirigentes que están tan cerca de alcanzar ese viejo anhelo de tener un metro moderno. Es inconcebible que una ciudad del tamaño de la capital y con sus problemas de movilidad no lo haya construido antes, pero ya que está tan cerca de hacerlo, lo imperdonable sería que se dejara pasar esta oportunidad histórica y que, en cambio, prosperen los intereses políticos de los opositores del alcalde.