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Editorial

Ni Biden, ni Trump

Los votantes no están realmente animados. La edad, el desgaste emocional y el cansancio pesan sobre un electorado que está atento a nuevos liderazgos.
Publicado

El presidente estadounidense Joe Biden no será candidato a la Casa Blanca. Los indicios son claros y contundentes. No importa lo que digan: no va Biden por la reelección. El equipo de la Casa Blanca lo niega. Dicen que el presidente sí va. Que es un imposible no ir y que no hay precedentes históricos. Que la decisión de Lyndon B. Johnson de marzo de 1968 no aplica. Ya había sido escogido por una votación abrumadora en noviembre de 1964.

La renuncia convertiría la presidencia de Biden en un lame duke; perdería fuerza en el Congreso y no volvería a tener peso. No importa: el primer mandatario no tiene con qué. Hay un tema que domina todo los otros. Es un asunto obvio y diario. El no hablar del él no significa que no existe. Los medios estadounidenses lo tocan de lado para no ofender. Pero la realidad dice otra cosa. Los votantes demócratas, especialmente los menores de 30, ya lo discuten cada vez con más frecuencia.

Es de perogrullo: la edad de Biden. En noviembre, cumple los 80 años. De ser reelegido, tendría 86 años cuando cumpla su periodo. Cada vez hay más estadounidenses que no votarían por él. Son votos que su partido necesita tener si quiere derrotar a los republicanos en 2024. No tiene que ver con su desempeño, sino con su apariencia física. Se ve acabado a pesar de los esfuerzos de su Casa Blanca. Es normal: el cargo de presidente es estresante. Ningún mandatario sale bien librado.

Aunque Biden mantiene la opción de buscar la reelección, nadie le cree. La única manera de cambiar es renunciando a la alternativa. No es fácil, pero mientras más rápido lo haga, mejor para el partido y para él. No será reelegido y hay que ser realista. Biden será un primer mandatario de un solo periodo y tendrá que aceptarlo.

Para Donald Trump, esta también es una época difícil. Nadie duda de que busca la nominación republicana. Desde su perspectiva, es lógico: le robaron las elecciones de 2020. Debe ser el candidato para 2024, más aún con los terribles números de las encuestas de Biden.

El problema de Trump es Trump. Su desaprobación sigue siendo de más del 50 por ciento. Y nada indica un cambio. A Trump no lo quieren y, es más, podría generar nuevos votos en su contra. La pregunta es si hay otro candidato igual a Trump, pero sin los problemas de carácter de este. La respuesta es sí, empezando por el gobernador de Florida, Ron DeSantis. Hay encuestas que los ubican empatados en algunos estados.

Los principales candidatos actuales para la nominación presidencial republicana se encuentran en Florida: Trump y DeSantis. Que Palm Beach o Tallahassee tengan más probabilidad de producir un eventual ganador podría depender de si los votantes republicanos, ahí y en todo el país, quieren un bis de la voz más dominante del partido o si prefieren entregar el escenario a su estrella de más rápido ascenso.

Quizás más revelador que cualquier otra cosa es el hecho de que la recaudación de fondos de pequeños donantes del Partido Republicano se ha caído de la cama. Las encuestas todavía muestran que la gente dice que está entusiasmada con la idea de votar y muchos de ellos aseguran que todavía aman a Donald Trump, pero no están poniendo su dinero donde sus bocas señalan.

Así que todo esto se suma a lo que solían llamar en los años 90 “fatiga de Clinton”, que era solo una sensación de agotamiento con el drama sin fin. Muchos de los expertos atribuyeron la derrota de Al Gore ante George W. Bush en 2000 al conocimiento entre los votantes de que los republicanos iban a perseguirlo tal como lo hicieron con su predecesor y, simplemente, no estaban dispuestos a continuar.

Si bien las cifras de las encuestas republicanas no se han movido mucho en respuesta a las audiencias del 6 de enero, la opinión entre los independientes ha cambiado. Y no cabe duda de que el incesante redoble de críticas de su propio personal anterior y de personas designadas, como se muestra en las audiencias, ha contribuido a la fatiga de Trump. Tener que defender sus acciones contra estas acusaciones de sus compañeros republicanos, miembros de su propia Casa Blanca, provoca una incómoda disonancia emocional, e incluso sus incondicionales seguidores sienten el peso de la misma.

Trump no solo está motivado para postularse nuevamente en 2024 y redimirse como el único presidente verdadero, sino que también está convencido de que ser un candidato oficial le brinda cierta protección contra toda esta exposición legal. Afirmará que todo es una cacería de brujas, como lo ha repetido sin parar durante más de seis años. La pregunta es si la fatiga de Trump consigue que ese mantra implacable tenga el efecto de hacerlo aún menos atractivo políticamente. Hay señales de advertencia en todas partes de que es una táctica arriesgada 

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