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En el mediano plazo, la demanda internacional del carbón colombiano se va a reducir
y el país debe prepararse desde ahora para diversificar sus exportaciones.
Recientemente se han producido dos noticias importantes relacionadas con el carbón, ambas con repercusiones para Colombia. La primera es el repunte del precio internacional que alcanzó un pico de US$ 118 por tonelada para el carbón colombiano, después de haber estado en US$ 33, en 2020. La otra noticia fue la adquisición por parte de la multinacional Glencore de total de las acciones de los otros socios en Cerrejón: BHP Billiton y Anglo American.
Algunos han visto en esa combinación de eventos una señal de que no todo está perdido para el carbón colombiano, porque demuestra que hay un mercado que está dispuesto a comprarlo a buen precio y que hay empresas interesadas en extraerlo. Y Colombia tiene mucho que perder con el carbón si eso no sucede, si se tiene en consideración que Cerrejón es la mina a cielo abierto más grande de Latinoamérica, que el país cuenta con una de las mayores reservas medidas de carbón de antracita y carbón bituminoso en América Latina (4.554 millones de toneladas). Con esa dotación, Colombia es el quinto exportador mundial y los ingresos por ese concepto soportan las economías de departamentos productores como La Guajira y el Cesar.
El repunte del precio muestra en parte -las variaciones de la oferta también explican los movimientos de precio- que la demanda se sostiene a pesar de la presión de inversionistas y banqueros para que se reduzca, ante las necesidades de la transición energética. Según la Agencia Nacional de Energía, en 2019, la energía provista por el carbón alcanza el 36 % de la electricidad global. Esta participación debería caer a la mitad en 2030, para alcanzar las metas previstas para contener el calentamiento global.
Sin embargo, el apetito por el carbón está sostenido por el empuje de las dos principales economías emergentes, China e India, que representan entre las dos, un 66 % de la demanda global. La primera, a pesar de la expansión del uso de energías renovables, tiene un apetito voraz de energía que hace que la generación eléctrica con carbón sea todavía del 55 %. Una proporción que, según las autoridades chinas debería caer al 30 % en la década siguiente.
Existe una ventana para seguir vendiendo carbón, como afirma Fedesarrollo en su libro Descifrar el futuro. La demanda asiática se mantendrá dinámica al menos por una década. China, a pesar de que cuenta con una importante producción anual de 4 mil millones de toneladas de carbón - Colombia exporta menos de noventa- ha doblado sus importaciones netas hasta cubrir un 5 % de su consumo. Glencore y Drummond reorientan su oferta hacia ese mercado, con grandes desafíos debido al costo de transporte y la presencia de competidores como Australia en ese mercado.
La decisión de Glencore se explica porque prefiere conservar su producción de carbón, reducirla gradualmente y utilizar los recursos que generan para seguir fortaleciendo su producción de cobre, cobalto y níquel, y cumplir sus compromisos ambientales. El argumento es que si dejan las minas en otras manos no se reducirá necesariamente la producción de carbón.
En el mediano plazo, la demanda internacional del carbón colombiano se va a reducir y el país debe prepararse desde ahora para diversificar sus exportaciones. En el terreno nacional, la producción tiene desafíos que constituyen otro capítulo, y merecen una reflexión aparte. En los dos casos, sería un error suponer que el mercado del carbón se mantendrá en su situación actual