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Editorial

Petro, con piel de oveja

El perfil que ahora quieren vender de Petro como estadista prudente y responsable choca con todo lo que conocemos de él”.
Publicado

A veces uno abre puertas por las que se le meten otros. Una sensación así puede ser la que estén sintiendo en la campaña del Pacto Histórico. Durante varios años ellos abrieron una puerta. En particular su jefe y candidato, Gustavo Petro, abrió la puerta de la desconfianza en lo que somos y del descrédito de lo que hemos construido. En su discurso una y otra vez insistió en que toda la sociedad colombiana no es más que una estructura de injusticia y de opresión, sostenida por un Estado lleno de criminales y corruptos. Él, que es hábil con la palabra, mezclaba medias verdades con mentiras absolutas, pues si bien en nuestra sociedad hay y ha habido injusticias, y en nuestro Estado hay y ha habido corrupción, también en nuestra sociedad somos millones los que día y noche trabajamos para construir un país mejor. Y es mucho lo que se ha construido y se sigue construyendo.

Gustavo Petro construyó esa narrativa, con la intención de ser él quien pasara el umbral para hacerse con el poder. Tal vez nunca pensó que al abrir esa puerta podían colársele otros. Y eso fue lo que ocurrió el pasado 29 de mayo, día de la primera vuelta a la presidencia. El rostro de Petro, aquella noche en el Salón Rojo del Hotel Tequendama en Bogotá, daba cuenta de su sorpresa y de su confusión. Siempre capaz y hábil con las palabras, no lograba encontrar qué decir. Preparado como estaba para una celebración triunfal, pronunció ante sus seguidores un discurso plano y lento, lleno de silencios y con evidente cansancio; testimonio esto de que ni siquiera su oratoria podía ocultar la realidad.

¿Cuál es esa realidad? En las últimas dos semanas emergió con fuerza una alternativa que terminó metiéndose a segunda vuelta, la de Rodolfo Hernández. En una situación llena de paradojas: Rodolfo tiene más edad que Petro, pero parece más renovador que él. Entre otras cosas, porque el candidato de izquierda ya lleva más de treinta años en cargos de elección popular y, sobre todo, se unió en esta contienda a varios personajes que representan lo peor del establecimiento de la política en el país. El Pacto Histórico se sentía dueño del malestar nacional y sobre él pensaba cabalgar, pero por el lado les apareció alguien cuyo discurso directo y frentero apela de manera mucho más eficaz a ese malestar.

Eso, a dos semanas de la ronda definitiva de elecciones, pone al país en un marco diferente. Lo que se veía venir como una campaña de izquierda contra derecha, y de uribismo contra antiuribismo, será ahora un certamen distinto. Hernández no se deja fácilmente encasillar en ese marco de izquierda y derecha, ni ha tenido vínculo con Uribe y el uribismo. Abandera, eso sí, sentimientos muy fuertes de cansancio y de indignación, y parecería estarle arrebatando esos sentimientos a quien creía tener el monopolio de ellos. Cuando Hernández le habla a ese público indignado lo hace en un lenguaje que llega inmediatamente a la gente. Petro, en cambio, siente siempre la necesidad de hablar largas horas en las que mezcla arengas con teorías y filosofías fuertemente manipuladas. Esto, tal vez, en virtud de aquel lado flaco que en él viera su exasesor Angel Becassino en entrevista para El País de España: un fuerte exhibicionismo intelectual. En efecto, con el paso del tiempo parece habérsele acentuado esa fascinación que él mismo siente por oírse hablar.

Ante ese nuevo marco de la competencia, y dado que a Petro le apareció un rival que capitanea mejor la inconformidad, el Pacto Histórico ha optado por diferenciarse presentando a Petro como un estadista, como la opción de cambio responsable y moderado. Sin embargo, es difícil que, después de años de discurso incendiario, después de años de promover los odios y las divisiones, y después de años de proponer y defender políticas irresponsables y descabelladas, Petro pueda ser visto como una opción de prudencia y responsabilidad. Como bien escribió el reconocido periodista Felipe López en una reciente columna: “Si de algo no se puede acusar a Petro es de no ser claro sobre sus intenciones. Él no es un lobo con piel de oveja, sino un lobo con piel de lobo. De ponerse en práctica la totalidad de sus iniciativas, podría venirse abajo la frágil estantería macroeconómica e institucional del país”.

Es poco probable que su llamado a los empresarios tenga éxito: son años de ataques y amenazas sobre lo que haría si llegara al poder, como para que ahora haya que creerle que él sería una opción amigable con el empresariado. Ese perfil de Petro como estadista prudente choca con todo lo que hemos conocido de él durante tres décadas. Es difícil que nos pidan cambiar de opinión en tres semanas. Sobre todo, cuando el cambio se ve poco auténtico, y es claro que su motivación es la conveniencia 

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