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Editorial

¿Por qué se van?

Desde marzo de 2021 la cifra de colombianos que abandonan el país viene acelerándose y supera con creces cualquier registro previo de la última década.
Publicado

Hay países cuya noción de identidad pasa por haberse construido gracias a los inmigrantes. Las historias de la llegada de millones de extranjeros que se establecieron a lo largo y ancho de Estados Unidos son una marca registrada. Por el contrario, durante el siglo XX Colombia estuvo más del otro lado: hemos sido un país de emigrantes. Las olas migratorias después de la violencia de los años 80 hasta el 2010 -principalmente hacia Estados Unidos, Europa y Venezuela- cambiaron la vida de millones de familias. En 2012, el ministerio de Relaciones Exteriores calculaba que 4,7 millones de colombianos vivían en el exterior.

¿Podría este fenómeno migratorio volver a repetirse? En 2022, el flujo neto de migrantes colombianos reportados por Migración Colombia, fue el más alto en años: 547.000 colombianos se fueron del país, según el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC).

La cifra supera con creces cualquier registro previo de la última década, donde el dato al final de cada año antes de la pandemia estuvo siempre entre los 100 y 300 mil emigrantes netos. Desde marzo de 2021 -fecha que coincide con el comienzo del despliegue de vacunas y la recuperación del tráfico aéreo en el mundo- la cifra de colombianos que abandonan el país viene acelerándose.

Antes de hacer cualquier interpretación hay que revisar las cifras en contexto. Se debe tener en cuenta, por ejemplo, que las restricciones de movilidad durante la pandemia pudieron crear represamiento de gente que tenía planeado salir del país pero que, por motivos de fuerza mayor, no lo había logrado.

Por otro lado, la misma Migración Colombia trató de suavizar la noticia: “no hay ningún registro específico que permita afirmar que esas personas no van a regresar al país”. Es cierto. Habría que ver cuántas de estas personas regresan. A la expectativa de que se aclare si esta migración tiene vocación de permanencia o no, lo que sí es innegable es que hay un quiebre claro con lo que había sido la norma de la última década. ¿Qué es lo que podría estar causando este fenómeno?

Más allá de posibles especulaciones sobre las motivaciones personales o políticas de quienes han participado de esta tendencia creciente en la emigración, hay un dato con implicaciones difíciles de ignorar: la tasa de cambio del peso frente al dólar aumentó más del 50% entre los $3.282 pesos en los que cerró el 2019 y los casi $5.000 pesos en los que está hoy. La tendencia de largo plazo en el precio de nuestra moneda frente a otros países refleja el valor relativo de lo que podemos ofrecerle al resto del mundo. O en otras palabras: la tasa de cambio es un reflejo del valor de la economía frente a las demás economías del mundo. Bajo esta lógica, lamentablemente, como país nos hemos venido desvalorizando.

La velocidad además ha sido de vértigo: mientras el dólar se demoró en pasar de 2.000 pesos a 3.000 pesos más de 15 años, el salto de los 4.000 a los 5.000 pesos se tomó solo unos meses.

Las oportunidades por fuera de Colombia, en consecuencia, cada vez se hacen más atractivas para muchos colombianos. Con una economía cada vez más conectada con el mundo y orientada al sector de los servicios, se da el incentivo perfecto para salir del país. Asimismo, también hay que decir que a su vez Colombia se vuelve particularmente atractiva para extranjeros que pueden mantener sus trabajos remotos y hacen un gran negocio: trabajan en dólares y gastan en pesos.

No deja de ser irónico que, al tiempo que Colombia se ha vuelto un gran receptor de migración producto de la diáspora venezolana, el país se pueda estar enfrentando a una nueva ola de ciudadanos que rehacen su vida en otras tierras. Sobre todo considerando que, mientras en el país vecino se han enfrentado a una debacle económica sin precedentes en el continente, en Colombia venimos de dos años en los que la economía crece al 11% y al 7.5%, cifras que, en teoría, deberían dar ilusiones sobre el futuro del país.

Sin embargo, parece que no está siendo suficiente. ¿Qué tanto tiene que ver la incertidumbre por el futuro producto de las reformas que ha anunciado el nuevo gobierno? Es una pregunta por responder. Cerca de la mitad de los colombianos no votaron por el cambio y podrían sentirse tentados, así sea unos cuantos de ellos, a escaparse de él. El pesimismo se ha asentado en una gran porción de los colombianos. La percepción de devaluación de oportunidades, al igual que la del peso, es real.

Por ahora es prematuro dar conclusiones definitivas. Pero sin duda lo que bien podría hacer el gobierno es dar señales que le devuelvan la esperanza a quienes por algún motivo pueden haberla perdido. .

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