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El Estatuto de la Oposición aprobado en julio del año pasado en el Congreso consagra unas nuevas normas que también aplicarán en las corporaciones regionales y locales de elección popular (asambleas departamentales y concejos municipales). Una de las más novedosas es la que les otorga el derecho a los candidatos que obtengan la segunda votación para que asuman una curul, sea en la Asamblea, sea en el Concejo, con el fin de que ejerzan la oposición política y hagan control a los funcionarios y a los actos de la administración.
Ayer el excandidato del Centro Democrático a la Alcaldía de Medellín, Alfredo Ramos Maya, confirmó que asumirá la suya en el Concejo Municipal. Andrés Guerra Hoyos, por su parte, pidió un tiempo para reflexionar si asume en la Asamblea.
Hace bien Ramos en ir al Concejo de Medellín, y haría bien Guerra en asumir como diputado. No deben entenderse esas curules como premios de consolación. Ni la ley que dio origen al Estatuto de la Oposición lo concibió así ni el ejercicio de la política lo puede transformar en eso. Tampoco son cupos regalados. Los excandidatos tienen una representatividad que legitima plenamente no solo su presencia como líderes de la principal bancada de oposición -suponiendo que se van a constituir como tales-, sino que en su desempeño como candidatos trazaron planes y, sobre todo, recorrieron la ciudad y el departamento, acumulando un conocimiento directo de los territorios que debe ser puesto al servicio de las poblaciones que les otorgaron su confianza.
Tanto en el Concejo de Medellín como en la Asamblea de Antioquia el Centro Democrático fue la fuerza política con mayor votación y la que logra llevar unas bancadas más numerosas. Habrán de definir si se constituyen en oposición o se definen como independientes. En uno u otro caso pueden y deben ejercer esa necesaria labor de control político. Y si optan por ser bancada de oposición, adelantarla con rigor, no como obstruccionismo sino como fuerza que garantice a los ciudadanos un mejor gobierno. Obviamente, con unidad de criterios dentro de la diversidad de ópticas que tienen los concejales.
En el Concejo de Medellín, las elecciones dejaron por fuera voces caracterizadas por una labor de control político vigoroso, como las de Bernardo Alejandro Guerra o Luz María Múnera. Es necesario para la ciudad, y para la propia administración municipal que asume el próximo primero de enero, tener una bancada que ejerza control político. Ayer el propio Alfredo Ramos deslizó tres ejes de acción: defender y proteger a EPM y a Hidroituango, al empresariado y el emprendimiento, y a defender sus principios “sin camuflarse con capuchas”.
Otro tanto cabe decir en la Asamblea Departamental. En esta, tradicionalmente, se conforman amplias coaliciones de apoyos incondicionales a los gobernadores de turno. Y no es sano para la transparencia del ejercicio del gobierno que estén en un extremo o en el otro: la obstaculización sistemática, o el cheque en blanco permanente.
También en la Asamblea la bancada más numerosa, aunque no mayoritaria, será la del Centro Democrático. Hasta hoy no se han caracterizado por ejercer control político activo, pero con las nuevas normas, y con un liderazgo visible, eso podría cambiar. El sentido de otorgar el derecho a una curul apunta a eso: no acoplarse a las coaliciones fidelizadas por repartos burocráticos sino ser activos promotores del control político que asegure a los ciudadanos un mejor gobierno, transparente y eficaz.