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La pandemia ha movido las placas tectónicas en las que se soporta la economía, al afectar simultáneamente la oferta y la demanda, con el agravante de que se ve lejos el final de la crisis. En un momento tan complejo, de tanta incertidumbre, los gobiernos deben definir adecuadamente sus objetivos, así como sus instrumentos y políticas públicas, como advierten varios organismos internacionales. Destacan tres prioridades: el hambre, la pobreza y la pérdida de ingresos.
Para la FAO se estaría disparando el hambre durante la crisis sanitaria. Antes de la pandemia, 135 millones de personas en todo el mundo estaban en riesgo de padecer hambre; en la actualidad, otros 183 millones de personas pueden llegar a esa situación, para un total de 5 % de la población mundial.
La crisis alimentaria es inminente en 27 países. Estos hacen parte de una lista de vulnerables identificados anteriormente, vapuleados por las guerras, el clima, la inestabilidad política o las recesiones económicas. La pandemia ha deteriorado de forma significativa su situación alimentaria. No se escapa ninguna región del mundo en desarrollo, en la lista se encuentran Afganistán y Bangladesh en Asia; Haití y Venezuela en América Latina y el Caribe; los países más áridos de Centroamérica; Líbano, Iraq y Siria en el Oriente Medio; Burkina Faso, Camerún y otros más de África subsahariana.
En esos países, como en casi todo el mundo, se disparó el desempleo y, en algunos, cayeron las remesas. Descendieron los ingresos, con lo cual la población debió apretarse el cinturón y consumir aún menos alimentos. Además, se afectó la producción y el suministro de alimentos como consecuencia de las cuarentenas y las restricciones a la movilidad.
En América Latina y el Caribe, el hambre se deriva de la pobreza más que de las guerras y revoluciones o de la falta de alimentos, sostiene la Cepal. En la región, la ampliación de la pobreza sería la principal secuela de la pandemia. A la crítica situación de Haití y Venezuela se sumaría la caída de los ingresos por debajo de la línea de pobreza en el resto de América Latina, con consecuencias sobre la seguridad alimentaria de millones de personas. La entidad ha ajustado a la baja el crecimiento de la región (-9,1 %) y al alza el del desempleo (13,5 %) y la informalidad, y, en consecuencia, el número de personas (45,4 millones) que entrarían a la pobreza.
La crisis económica se está ensañando con las pequeñas y medianas empresas de los sectores de servicios como el turismo, transporte, restaurantes, comercio, hoteles y servicios turísticos, y por esa vía, con los proveedores y productores de bienes industriales y agroindustriales que los surten. Los empleos en todas esas actividades son los que se están perdiendo. Las quiebras de las Pyme podrían aumentar del 4 % antes de la pandemia a 12 % en 2020, según el FMI.
Los gobiernos deben entonces priorizar la atención a los grupos más vulnerables de la población e impedir la quiebra de las empresas. Es urgente evitar el hambre, debería ser la prioridad en el corto plazo. Apoyar a los desempleados que se asoman a la pobreza. Hay que brindarles opciones de reentrenamiento y de capacitación. Es esencial evitar más quiebras de las Pymes, solo por ese camino se restituye el empleo y ayudar a las que sobreviven con financiamiento y subsidios a la nómina.