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Mañana será la segunda jornada de Día sin Iva. Las expectativas han pasado de fijarse en las cifras de ventas y la dinamización del comercio para concentrarse en la salud pública, por los aprendizajes y lecciones que, para bien o para mal, dejó la primera del pasado 19 de junio.
Mientras el sector de los comerciantes clama, en entendible petición de supervivencia, por la flexibilización de las medidas de confinamiento, a fin de conservar los empleos, mover inventarios, y en cierta medida reactivar también la producción nacional, por otra parte los que enfrentan la atención de la pandemia –los médicos y sector salud– se llevan las manos a la cabeza, también con buenas razones, por lo que consideran una evidente temeridad al fomentar la salida masiva de gente a la calle y su entrada a establecimientos, preciso cuando mayor distancia física hay que mantener.
El Gobierno, en el medio, intenta conciliar medidas que parecen contradictorias, y en muchos aspectos lo son, pues por un lado tiene la responsabilidad de mantener la guardia en las medidas de salud pública en momentos en que las cifras nacionales encienden alarmas y la Organización Mundial de la Salud dice que en América Latina “lo peor está por venir”, mientras por el otro adopta medidas que estimulan el rompimiento del confinamiento y la afluencia numerosa en almacenes.
Las responsabilidades, no obstante, son compartidas. Los gobiernos en todos sus niveles tienen sus deberes, los comerciantes y administradores de establecimientos abiertos al público tienen que cumplir un amplio listado de normas, y los propios compradores que salen a adquirir productos deben ejecutar las medidas de autoprotección.
No es menor, ni delegable, la responsabilidad que compete a los propios ciudadanos en el cuidado de su propia salud, la de sus familias y la de las otras personas con las que tienen contacto. Y si del cuidado del bolsillo y del estado de sus finanzas personales dependen las decisiones de compra que tomen en estas jornadas, cómo podría entenderse que las que tienen consecuencias en la propia salud no les parezcan merecedoras de la misma racionalidad y juicio.
Por otra parte, el segundo día sin Iva permitirá medir muchos indicadores sobre los que ahora se ciernen múltiples incertidumbres: la capacidad del comercio de responder a una alta demanda, la oferta de productos y la competitividad en precios, el respeto y cumplimiento a los derechos del consumidor y a las garantías de calidad, y, por supuesto, la cantidad de gastos que muchos colombianos están en disposición de hacer y el nivel de endeudamiento que el sistema comercial y financiero pueden ofrecer y soportar. Sin dejar de lado, también, la amplitud de servicio que el comercio electrónico pueda desarrollar, algo que quedó bastante cuestionado en la primera jornada.
Las cifras globales del 19 de junio arrojaron un incremento de las ventas del 158 % –cifras de la Dian–: los colombianos gastaron 5 billones de pesos. Bienes de entretenimiento y electrodomésticos fueron los más vendidos. Un plan de compras y medir las adquisiciones según necesidades presentes o inminentes es otro consejo sensato para los que decidan aprovechar el día sin Iva.
Por disposición de las autoridades del área metropolitana, mañana habrá “pico y cédula” y se ha exhortado al comercio a que la venta de electrodomésticos se haga únicamente por canales digitales. En todo caso, lo que no se puede repetir son las escenas de aglomeraciones y descuido irresponsable de las medidas dispuestas para la protección individual y de la comunidad.