Pico y Placa Medellín
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Se celebró el pasado viernes el primer día sin Iva, de los tres que hay previstos para este año. Los próximos serán el mes que viene, los días 3 (viernes) y 19 (domingo, mitad de puente), es decir, fechas muy próximas y todavía en el período en el que las medidas de distanciamiento físico entre las personas y de bioseguridad deben seguir aplicándose, lo cual, visto lo ocurrido antier, queda seriamente en duda.
Los tres días sin Iva fueron uno de los compromisos electorales del presidente Iván Duque en su programa de Gobierno. El Congreso le aprobó la medida el año pasado. Con las objeciones y críticas de sectores de economistas por sus efectos en la recaudación impositiva, el presidente y su equipo valoraron que, no obstante, esas fechas traerían un positivo impulso al comercio, la industria, la comercialización de productos nacionales, la rotación de inventarios y, en fin, la economía de consumo que con sus virtudes de prosperidad circular imprimirían dinamismo al crecimiento, tan esperado.
Los datos y testimonios del sector del comercio, en voz de sus voceros gremiales, indican que la jornada superó todas las expectativas. Hubo demanda de productos y muy especialmente búsqueda de televisores, computadores, neveras, tabletas y celulares. La aglomeración de compradores indica que las compras por Internet todavía tienen un alcance limitado, además de que muchas de las páginas Web de los establecimientos y de las centrales de e-comercio no respondieron el flujo y varias se bloquearon.
Había temores previos, que dieron lugar a advertencias de entes de vigilancia y control como la Superintendencia de Industria y Comercio, sobre la eventual subida de precios para arrancar márgenes de ganancia adicionales. No parece que esa hubiera sido una acción recurrente, pues en general los comercios y establecimientos tuvieron el buen juicio de cumplir las garantías de certeza a sus clientes –tradicionales y nuevos– y, en la medida de lo posible, competitividad en las ofertas.
Las imágenes de las aglomeraciones y filas, de carritos de compra atiborrados con cajas, se propagaban rápidamente por redes sociales y el ingenio popular acertó con preguntas y juicios acerca del acierto o no de la decisión de los compradores entre aprovechar los descuentos (pensar en el bolsillo) o someterse a un riesgo de contagio potencial, pero muy real (pensar en la salud).
Es este el gran cuestionamiento a la jornada. Y es la gran pregunta para el Gobierno. Es bien sabido que el dilema entre proteger la salud con las restricciones de movilidad y circulación por los espacios públicos, se ha visto enfrentada a la necesidad también de no asfixiar la economía, el trabajo, la producción y el consumo. Para cualquier gobierno esta ha sido la “prueba diabólica”, con el peligro de que una desescalada inoportuna puede hacer perder lo ganado en los tres meses anteriores.
Las advertencias de los epidemiólogos eran incluso angustiosas. Y fluctúan entre pedir que los otros dos días se cancelen –en lo cual los acompaña la alcaldesa de Bogotá– o en insistir en la autorregulación de los ciudadanos, en la conciencia del autocuidado, en persistir en las medidas de protección: mascarilla, distancia, cuidado con el contacto con personas y objetos, ventilación, etc.
En la confluencia de visiones económicas, fiscales, sociológicas, hasta ideológicas por el papel del consumismo social, no puede ahora, ni por asomo, subordinarse ni desecharse la seriedad del cuidado de la salud, tanto en lo que le corresponde al Estado y a sus gobernantes, como el que concierne a cada ciudadano en su responsabilidad individual. ¿Reactivar la economía? ¡Indispensable! ¿Así? No. Las próximas fechas deben coordinarse de manera diferente , sin duda .