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El viernes de la semana pasada, apenas se conoció que en Irak un dron estadounidense había terminado con la vida del general Qassem Soleimaine, una de las figuras militares del régimen teocrático iraní, el precio del petróleo se disparó ante el temor de una escalada de violencia en la región. La reacción de los mercados era de esperarse, al fin y al cabo, en esa parte del mundo se encuentran tres de los cinco países que cuentan con las mayores reservas de petróleo en el mundo (Arabia Saudita, Irán e Irak).
Sin embargo, poco a poco se hizo evidente que Washington y Teherán se estaban conteniendo para evitar entrar en una guerra. La respuesta iraní fue en realidad moderada, al tiempo que Donald Trump, en su alocución del miércoles 8 de enero, se mostró más conciliador, con lo cual el nerviosismo aminoró de forma notoria.
De esa forma, después del alza inicial de 5 % en el precio del petróleo, con un nuevo pico el martes pasado, cuando el WTI se cotizó por encima de US$65 por barril y la referencia Brent a US$71,17, los precios retrocedieron y hoy están en niveles similares a los observados el año pasado, US $59,68 por barril para el WTI y US $65,55 el Brent.
Para los principales periódicos estadounidenses la crisis está lejos de haber terminado. Para The New York Times (NYT), es temprano para cantar victoria. Según el NYT, Irán “va a responder con dureza, pero de forma que le sea posible negar toda implicación”. El Wall Street Journal coincide en que el pulso con Irán está lejos de haber cesado y “los jefes religiosos iraníes podrían golpear de nuevo en los próximos meses por medio de sus aliados”. Para la edición estadounidense de The Guardian, “Irán tiene muchas posibilidades para preparar su venganza, en especial en las vías de navegación en el Golfo Pérsico, la infraestructura petrolera de Arabia Saudita y la guerra cibernética”.
Esos análisis dejan en claro que el riesgo de una nueva alza del precio de petróleo continúa presente. Al tiempo que, de otra parte, el mundo es hoy muy diferente al de los años setenta en el siglo pasado, cuando la situación en el medio oriente disparó el precio del petróleo y llevó a la estanflación global.
Estados Unidos, en particular, es menos vulnerable frente a esa situación, lo que cambia la dinámica geopolítica. Hace apenas cuatro meses, EE.UU. es exportador neto de crudo, por primera vez desde que existen registros en 1973, un cambio que se debe al petróleo no convencional que elevó la producción de 5 millones de barriles de petróleo por día en 2010 a 12 millones actualmente. También ha declinado la intensidad energética del crecimiento en ese país, ya que de acuerdo con los cálculos de Deutsche Bank, un barril de petróleo se relaciona con tres veces más de producto que en 1973.
En todo caso, el efecto sobre la economía mundial de una nueva alza del petróleo depende de su duración y de su magnitud. Un petróleo caro afecta los costos de producción en la mayoría de los países, pero a los importadores los golpea fuertemente y puede generarles inflación. Los productores de petróleo, como Colombia, se benefician en el corto plazo. No es, sin embargo, una buena noticia para la debilitada economía global que deberá pagar una energía más cara y enfrentar una mayor incertidumbre.