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Editorial

Tarea conjunta

No basta con meras palmaditas en la espalda por el monumental esfuerzo que está haciendo Colombia para atender a los migrantes. La respuesta de los países, en la cumbre de cancilleres de la próxima semana, en Bogotá, tiene que ser de real acompañamiento para atender un fenómeno que nos desborda.
Tarea conjunta
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El martes fueron hallados en el mar de Acandí, en Urabá, los cuerpos de dos mujeres haitianas y una cubana, tras el naufragio de una lancha ilegal que salió de Necoclí y pretendía llevarlas a San Blas en Panamá. Un día antes se había conocido el asesinato de un niño de 12 años y de un joven de 18, ambos venezolanos, que habían sido acusados de robar en la zona del Catatumbo.

Son hechos que nos sacuden a todos. Dos casos muy distintos, a un lado y al otro de la frontera en Colombia, en los que resultan involucrados migrantes y, lamentablemente, fallecen. La migración cada día está llevando a situaciones más complicadas.

Colombia está dispuesta a ser parte de la solución, pero, claramente, no puede sola. En este sentido, será clave el encuentro de la próxima semana, en Bogotá, que reunirá a cancilleres de todos los países de la región que sirven de tránsito a los migrantes y al que también asistirá el secretario de estado Anthony Blinken, quien aceptó la invitación del Gobierno para participar del diálogo de alto nivel entre Colombia y Estados Unidos.

El fenómeno migratorio requiere de una tarea conjunta, pues, como bien señala la vicepresidente y canciller, Marta Lucía Ramírez, hay que tomarlo en dos vías. Una, desde la tragedia humanitaria de quienes buscan una oportunidad para sí mismos, sus hijos y sus familias, y otra, desde la visión de lo que es el delito y la cantidad de personas que se lucran económicamente de la necesidad de los migrantes, llegando a constituir verdaderas mafias.

En la primera dimensión se requiere una actitud solidaria y humanitaria por parte de los países receptores y esto necesita enormes recursos fiscales y de políticas públicas. Claramente, Colombia, sin ser la causa ni el destino del fenómeno migratorio, ha estado dispuesta a ayudar a los ciudadanos que transitan por el país rumbo a otras naciones, como Estados Unidos y Canadá. Según la Cancillería, en este momento el 60 por ciento de los migrantes proviene de Haití; el 17 por ciento, de Cuba, y el resto está repartido entre la India, Nepal y Bangladesh. Ese 77 por ciento de migrantes de Haití y Cuba son los que generan la congestión en Necoclí.

En cuanto a la otra visión, relacionada con las mafias que han surgido, también se requiere de la lucha conjunta. Si bien en esto trabajan las autoridades colombianas y panameñas, así como los alcaldes de Necoclí, Apartadó y Acandí, el reto es tan grande que los controles requieren de estrategias regionales. La Fiscalía colombiana integró un equipo de las fiscalías y policías de todos los países para detectar las redes de personas que se están aprovechando de la tragedia de los migrantes, sin duda altamente vulnerables. Además de resolver el tema coyuntural de la emergencia humanitaria y social por el alto flujo migratorio, es importante también que la comunidad internacional se detenga en estudiar salidas a las causas de la migración misma, que tienen que ver con la falta de oportunidades económicas y la ruptura de las democracias. Este no es un tema menor.

Ahora bien, el reconocimiento al esfuerzo que ha hecho Colombia para ayudar a los migrantes incluye al vecino país. Paradójicamente, mientras los colombianos hemos sido solidarios con más de un millón de compatriotas venezolanos que huyen de su país, algo que reconoce el mundo entero, el gobierno de Nicolás Maduro denuncia al presidente Iván Duque por supuesta agresión y discriminación contra ellos. Nada más descabellado que atribuir responsabilidades a un gobierno que solo les ha tendido la mano, pues el suyo no ha sido capaz de cumplirles con una vida digna. A la fecha, ya son más de 1.300.000 los ciudadanos en el Registro Único de Migrantes Venezolanos (Rumv) y, de ellos, más de 320.000 ya realizaron su registro biométrico y están a la espera de su documento, lo que significa acceso transparente a las instituciones estatales, así como integración a la economía y al mercado laboral colombianos. Dicha política es considerada como un referente a nivel regional, pero requiere que otros países también apoyen: se trata de una tragedia latinoamericana 

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