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Editorial

The Quintero show

No se recuerda un montaje como este para rendir culto a un mandatario local en Medellín.
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Hace casi 25 años se estrenó una película que se convirtió en gran éxito de taquilla: era la historia de Truman, interpretado por Jim Carrey, a quien desde su nacimiento lo pusieron a vivir en un mundo ficticio, en un inmenso estudio de televisión que incluía sol, firmamento y mar artificiales. El protagonista vivía en un mundo rosa donde todo era felicidad, las personas con las que él conversaba eran extras y quienes manejaban el experimento podían controlar hasta el clima o la duración de sus días. La película se llamaba The Truman Show.

Era todo tan perfecto, y el montaje tan creíble, que Truman se demoró 30 años en darse cuenta de la pantomima.

Una sensación parecida produce ver los dos espectáculos que se montaron esta semana con los estudiantes de Medellín. El primero fue el acto de la entrega de 20.000 computadores a jóvenes de los grados 8 y 9 de colegios públicos, y el segundo el montaje que se hizo para batir el récord Guinness de la clase virtual más grande del mundo.

El problema no es la entrega de los computadores. Ni mucho menos ser capaz de hacer una clase virtual con más de 3.000 estudiantes. Por supuesto que no. Eso merece desde cualquier punto de vista un aplauso. El problema es el show y el despilfarro. Produce un profundo dolor ver que se gastan decenas de millones de pesos para hacer que el Alcalde aparezca como una estrella de rock y utilizan a los estudiantes como extras de un remedo de concierto; mientras en los colegios más tradicionales de Medellín, los que han formado varias generaciones de antioqueños, al mismo tiempo están haciendo maromas para poder dar clases porque la infraestructura se está cayendo a pedazos.

Quintero no dudó en mantener el montaje que había utilizado el reguetonero Daddy Yankee para su despedida en el estadio. Hasta allí hicieron llegar a decenas de miles de personas entre estudiantes y padres de familia. En el libreto, al parecer, decía que los asistentes debían estar alegres cuando el alcalde apareciera en escena. Tres animadores empezaron a tratar de sacudir al público que estaba entre impaciente y aburrido. Primero les pusieron música de Karol G, pero no funcionó. Les gritaban “todos de pie”, y dos o tres les hacían caso. Luego les decían “manos arribaaaa, maaaanos arriba”, pero nada. “Ya sé qué hacemos Usuga, la ola, la ola, esa siempre funciona”, gritaba la animadora. “Vamos con occidental, occidentaaaalll”, seguía gritando. Pero tampoco. Dos minutos después de intentos fallidos, uno de los animadores pidió bajar la música y se puso serio: “quiero que los de oriental levanten los brazo y hagan la ola”. Se produjo un breve momento de exaltación, los animadores aprovecharon para hacer una bulla estrepitosa con el poder del sonido instalado, en las enormes pantallas aparecieron figuras sicodélicas como de concierto, pusieron los acordes de un clásico del rock, y apareció en el escenario el alcalde Daniel Quintero sonriendo y caminando al ritmo de los acordes. En las pantallas se leía: El Alcalde.

No se recuerda un montaje como este para rendir culto a un mandatario local en Medellín. Ni siquiera en Bogotá, donde la alcaldesa entregó 110.000 dispositivos entre tabletas y computadores, sin tanta alharaca. A propósito, en Bogotá los entregaron el año pasado, y en Medellín aún no es claro a qué se debe la demora de más de un año.

¿Cuánto cuesta un día de uso de los equipos para un concierto como el de Daddy Yankee? ¿Lo pagó la Alcaldía? ¿O los que hicieron el concierto le ‘hicieron el favor’ de prestarlos? Si fue así, se podría configurar una irregularidad por un funcionario aceptar dádivas de un proveedor o contratista.

Pero el punto no es ese. El malestar se produce porque la Personería dijo que por lo menos el 79 % de los colegios y escuelas de la ciudad tiene fallas en su infraestructura (la Alcaldía reconoció problemas en el 95 %). Hay colegios tradicionales, como el Javiera Londoño, en el que se han caído pedazos de cielorraso. Otros, como el Marco Fidel Suárez o el Gilberto Alzate Avendaño, tienen tantas humedades que han tenido que cerrar aulas y los alumnos se turnan para usarlas: unos asisten a clase y otros no o la reciben virtual.

Hace muchos años, miles de niños de toda la ciudad soñaban con llegar a esos colegios porque eran templos del saber, ahora llegan y ven cómo poco a poco se convierten en ruinas.

Apenas dos días antes, El País de España en su edición Colombia había publicado un perfil del alcalde Quintero, en el cual un exsecretario de su gabinete explicaba la lógica del personaje: “Estuve en muchos consejos de Gobierno donde la pregunta era qué titular vamos a lograr. La preocupación era el show, no que las cosas se resolvieran. Ahí todo funciona como un kínder, un combo fiestero de amigos que le rinden lealtad al alcalde y celebran sus anuncios vacíos y sus ideas disparatadas y poco técnicas” .

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