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La construcción del metro o tren ligero de la carrera 80 es el segundo proyecto de importancia pública más grande en la historia de Medellín después del metro; impacta a más de un millón de personas en 8 comunas y 43 barrios; cambia la morfología del occidente y determina cómo será la ciudad en los próximos 50 años: más dinámica, compacta, segura, con nuevos desarrollos urbanísticos y, lo más valioso, con un transporte público masivo realmente sostenible, eficiente, amigable con el medio ambiente y conectado con el peatón y el ciclista. Toda una apuesta a lo que debe ser la movilidad en las grandes capitales del país hoy y a futuro.
La forma como nos estamos moviendo no es sostenible y se convierte en un fuerte escollo para la competitividad de la ciudad. Si siguen entrando un promedio de 22.000 carros al año, sin duda, Medellín colapsará.
La megaobra no da espera. Confiamos en que el gobierno del presidente Iván Duque Márquez, quien en campaña destacó su importancia y expresó su total apoyo a la misma, honrará su palabra con Antioquia y la declarará de interés nacional, como son las grandes obras de movilidad; destine los recursos correspondientes para su construcción y facilite a la alcaldía los instrumentos de financiación que sean del caso para su ejecución.
La estructuración técnica, legal y financiera del megaproyecto fue presentada la semana pasada por el alcalde Federico Gutiérrez ante el Departamento Nacional de Planeación y los ministerios de Hacienda y Transporte, entidades encargadas de darle el trámite respectivo, a fin de que el Gobierno Nacional apruebe la cofinanciación del mismo.
Tiene un costo de 2,7 billones de pesos y va entre Caribe y La Aguacatala. El protagonismo, voluntad política y compromiso del Gobierno es clave, toda vez que por “Ley de Metros” (310 de 1996), la Nación y sus entidades descentralizadas cofinanciarán o participarán con aportes de capital, en dinero o en especie, en los sistemas de transporte masivo, con un mínimo del 40 % y un máximo del 70 % del servicio de la deuda del proyecto.
La primera partida es de $200.000 millones, que tiene la alcaldía de la venta de Isagén, para construir los intercambios viales de Colombia y San Juan.
Es entendible que en una nación con tantas dificultades económicas siempre habrá excusas de recursos, pero con voluntad, una férrea decisión política y un conocimiento claro sobre la magnitud, importancia del proyecto y su impacto sobre las comunas del occidente, con las cuales la ciudad tiene una enorme deuda social, la obra será posible.
Clave que el presidente Duque y su equipo económico evalúen las cartas que le ha puesto la alcaldía sobre la mesa para dotar a la ciudad de instrumentos de financiación del proyecto. Entre otras, la aprobación de vigencias futuras por el 70 % del costo total de la obra y la congelación, por un tiempo, de la deuda del metro, que se está pagando más rápido.
La dimensión del proyecto exigirá un esfuerzo y una suma de voluntades, públicas y privadas, tan tenaces, como las que llevaron a la construcción del metro. Este solo en su paso por Medellín, casi todo sobre el corredor del río, tiene una extensión de 14 kilómetros. El tren ligero alcanza los 13,5 kilómetros sobre la 80, vía altamente congestionada, comercial y habitada de principio a fin, que exigen máximo cuidado y rigor técnico para reducir el impacto a las comunidades afectadas en su etapa constructiva.
El tren ligero consolida el plan maestro de movilidad de la ciudad: metro, metrocables, tranvía, metroplús, ciclorrutas, andenes y corredores ecológicos. .