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Tributo a los funcionarios imprescindibles

Un homenaje a decenas de funcionarios que en la Alcaldía de Daniel Quintero se convirtieron en una muralla de integridad ética y compromiso para evitar que la corrupción quedara impune.

hace 4 horas
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  • Tributo a los funcionarios imprescindibles

Hay una vieja frase de Bertold Brecht que sonó mucho en los años 80: “Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan muchos años y son mejores, y hay quienes luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”.

Esa frase cae hoy como anillo al dedo para dedicársela a las decenas de funcionarios de la Alcaldía de Medellín que durante la administración de Daniel Quintero se convirtieron en una verdadera muralla de integridad ética y compromiso con la ciudad para evitar que la corrupción quedara impune.

Si bien, son muchos los daños que finalmente hizo el equipo Quintero, vale toda la pena ponernos de pie y darles un aplauso cerrado a estos hombres y mujeres, que sacrificaron incluso su tranquilidad y pusieron en riesgo su vida, para ayudar a sacudir a la ciudad de esa tenaza de corrupción.

En menos de un mes, la justicia ha expuesto con claridad lo que tantos denunciaron con valentía: la administración Quintero no solo incurrió en malas prácticas, sino que estableció un modus operandi de corrupción. Tres decisiones judiciales han dado buena cuenta de ello: la imputación de la Fiscalía por el escándalo de Aguas Vivas, un intento burdo de apropiarse de más de $50.000 millones del erario mediante maniobras contractuales irregulares.

Después, la destitución e inhabilidad para ejercer cargos públicos por 14 años a Juan Pablo Ramírez, mano derecha de Quintero, por instrumentalizar a sus subalternos en una red de financiación política encubierta.

Finalmente, el fallo del Tribunal Administrativo, de ayer, que anula un contrato de $70.000 millones, direccionado de manera deliberada para favorecer a un consorcio afín, en una violación flagrante del principio de selección objetiva.

En todos estos hechos se configura una práctica sistemática de corrupción. En Medellín se conformó un macrocaso de corrupción, en la línea del “carrusel de la contratación” que desnudó la decadencia en Bogotá hace una década.

Es imperativo un reconocimiento solemne y sentido a los funcionarios públicos que decidieron no ceder. A aquellos hombres y mujeres que, desde el corazón de las instituciones, resistieron las presiones, desafiaron las órdenes ilegales y se aferraron a los principios fundamentales del servicio público: su lealtad fue con la ciudad, no con los caprichos de un gobernante seducido por el poder y el dinero.

Funcionarios como María del Pilar Rodríguez, quien denunció cómo el entonces secretario Juan Pablo Ramírez obligaba a los funcionarios a “donar” parte de sus salarios para financiar la campaña a la presidencia de Daniel Quintero, se convirtieron en símbolo de resistencia. No es menor recordar que Rodríguez padeció ataques de pánico por la persecución a la que fue sometida, y que enfrentó una soledad institucional hasta que los hechos le dieron la razón.

Otro nombre que merece ser destacado es el de León Jairo Mejía, quien en febrero de 2020, con un criterio técnico irreprochable, frenó uno de los intentos de saqueo del caso Aguas Vivas. En un oficio fechado el 25 de febrero, Mejía desmanteló el argumento de los privados que querían hacer pasar una cesión gratuita como una venta millonaria. “Las situaciones de hecho que ustedes narran son ajenas a cualquier responsabilidad presupuestal de parte del Municipio”, sentenció con claridad.

La lección que queda no es solo para los jueces y fiscales, sino para todos: la ciudadanía debe mirar con atención a quienes buscan liderar, no por sus discursos o destrezas mediáticas, sino por su comportamiento frente al poder. Medellín merece gobiernos que respondan por cada peso del presupuesto como si fuera propio, que respeten a los servidores públicos como defensores del bien común, y que entiendan que la política no es un negocio.

La resistencia no fue marginal. En Medellín se libró una batalla civil por la legalidad en la que participaron, silenciosamente, cientos de empleados públicos con sentido de deber. Algunos fueron trasladados de sus cargos, a otros los echaron, pero nunca se doblegaron. Incluso no pocos decían: “no renuncio, no me jubilo, para no dejarles el espacio a estos bribones”, repetían con dignidad. En este tipo de personajes se sostuvo el Estado, y el cuidado de Medellín, cuando el poder se desvió.

A los León Jairo, María del Pilar y tantos otros que dijeron no, este periódico les rinde tributo. Son ellos quienes honran el verdadero servicio público. Son ellos quienes impidieron que la descomposición fuera absoluta. Y es gracias a ellos que todavía podemos confiar en que el Estado puede corregirse desde dentro. Este editorial es, ante todo, un homenaje a su coraje. Ellos son los imprescindibles. .

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