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El operativo de deportación masiva de indocumentados de la Oficina de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) está en marcha. Desde ayer miles de personas, en condición de ilegales, temen una visita que, por su condición, puede regresar a familias completas a sus países de origen.
A esta decisión sin antecedentes, alentada por el presidente Donald Trump, la rodean duras críticas basadas en quejas que denuncian un comportamiento lejano a un sistema cuya bandera ha sido la protección de derechos civiles y garantías constitucionales, incluso para los migrantes, sin miramientos de su estatus.
El lado más difícil y criticado de esta oleada de detenciones y hostilidades está en la información documentada, por parte de prestigiosos medios como The New York Times, de la reclusión de centenares de niños en Centros de Detención Fronteriza en Texas y Pensilvania. Infantes en todos los rangos de edades, incluidos bebés separados de sus padres, a los que dice el diario americano asisten improvisadamente los chicos mayores capturados por ICE. Esta es una crítica dura al gobierno que es conveniente aclare para que no queden mantos de duda sobre su respeto al ser humano, a pesar de su situación de ilegalidad.
Varios senadores demócratas adelantaron audiencias la semana pasada para escuchar de viva voz de padres y madres el drama de la separación, la compleja estadía en reclusorios que, denuncian, tiene condiciones precarias de salud y alimentación.
Fuentes del gobierno, citadas por grandes cadenas y periódicos de EE.UU., aseguran que la orden es deportar a unas dos mil personas, a lo largo de esta semana, en diez de las principales ciudades de la unión americana.
No está en discusión la ilegalidad de su estadía en ese país. Cualquier nación tiene el derecho de ejercer controles migratorios y exigir que los extranjeros en su territorio respeten las leyes. Lo que se observa con preocupación es la forma en la que se adelantan las redadas. Estados Unidos es un país que se ha hecho grande gracias a esa diversidad y la integración de potenciales humanos variopintos.
La escalada de controles, además, pudiera buscar un efecto político por parte de un presidente-candidato que tiene como banderas de campaña el proteccionismo económico y una “impermeabilidad migratoria” que ha sido vista con reservas en el resto del mundo.
Estados Unidos dispone de los mecanismos para sortear estas tensiones con el mayor respeto por la humanidad. Es de esperar que sus instituciones no conviertan esta operación en una mancha para una nación a la que el mundo tiene por ejemplo en materia de garantías ciudadanas.