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Mientras las noticias sobre una posible recesión en Estados Unidos causan revuelo a nivel mundial, en Colombia se sigue respirando, por ahora, un aire de optimismo frente al desempeño económico de este año, que según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) será el más alto de América Latina.
En el país del norte los vientos de desaceleración son cada vez más fuertes ante la caída de su economía en dos trimestres consecutivos (-1,6 % y -0,9 %). Y se suma una inflación galopante, de 9,1 % en los últimos doce meses, que llevó a nuevas alzas en las tasas de interés de la Reserva Federal (banco central). Sin embargo, la generación de empleo se mantiene sólida, la desocupación es de solo 3,6 %, por eso el presidente Joe Biden descarta una recesión.
En la reciente actualización de sus perspectivas económicas mundiales, el FMI revisó a la baja el crecimiento de Estados Unidos y lo dejó en 2,3 % para este año y para el mundo estará en 3,2 %. Pero, en contraste, para Colombia el organismo internacional subió sus proyecciones y ahora prevé que crecerá 6,3 % este año, medio punto más de lo que estimaba en abril pasado.
El Ministerio de Hacienda dice que el país crecerá 6,5 %, mientras que el Banco de la República subió su proyección a 6,9 %. Con este buen ritmo de expansión le entregan las llaves de la economía al nuevo gobierno. El ministro José Manuel Restrepo se va satisfecho porque asegura que el gobierno deja una economía en reactivación y que “el país está en una hoja de ruta exitosa”, aunque reconoció que hay varios desafíos, entre ellos seguir creciendo y mantener el ajuste en las finanzas públicas.
Hay que reconocer que después de una de las mayores crisis económicas y sociales vividas en el planeta por los efectos de la pandemia del covid, Colombia salió adelante y la economía pasó de la mayor caída en su historia, de -7 % en 2020, a un crecimiento de 10,7 % el año pasado.
Pero también hay que decir que este mejor desempeño no ha beneficiado a todo el mundo. El 39,3 % de los colombianos, más de 19 millones, se encuentra en situación de pobreza, un nivel inaceptable. La pobreza se reducirá no solo con subsidios, sino generando nuevas fuentes de trabajo. Si bien el desempleo bajó del 15,9 % en 2020 y a 11,3 % hoy, hay que hacer todos los esfuerzos para que se creen empleos dignos, atacando la informalidad que viene de muchos gobiernos atrás y supera el 50 %.
Este gobierno destinó millonarios recursos para fortalecer programas sociales como Jóvenes en Acción, Familias en Acción, Colombia Mayor e Ingreso Solidario, beneficiando a 10,4 millones de hogares. También aumentó el gasto para adquirir más de 100 millones de vacunas con el fin de inmunizar a la población y atender a miles de venezolanos que llegaron en los últimos años al país.
De ahí que el descuadre de las finanzas públicas y la deuda subieran sustancialmente. La reactivación de la economía, el mayor recaudo de impuestos y los precios del barril del petróleo, que superaron los 100 dólares, ayudaron a reducir el déficit fiscal: terminará en 5,6 %, mientras que la deuda externa rondará 56 % del producto interno bruto (PIB), aunque siguen siendo cifras muy elevadas. A ello se suma el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, que es otro dolor de cabeza porque son más las divisas que salen que las que entran al país.
En inflación se superará el 10 %, la cifra más alta en más de dos décadas —hoy está en 9,67 %—, lo que ha obligado al Banco de la República a subir las tasas de interés para desestimular el consumo. El pasado viernes el emisor las aumentó otros 150 puntos básicos hasta dejarlas en 9 %.
El problema es que el mayor costo del crédito puede enfriar mucho la economía. El aumento acelerado de las tasas comenzó a preocupar a los mercados, que creen que es un balde de agua fría que puede aguar la fiesta de la reactivación. Esto se notará más en 2023, año que será complejo, con bajos pronósticos de crecimiento: en el caso de Colombia están en 3,2 %.
El FMI ha advertido sobre los nubarrones en lo que resta del año y en el entrante, al afirmar que “la máxima prioridad de las autoridades económicas debería ser controlar la inflación. El endurecimiento de la política monetaria tendrá sin duda costos económicos reales”. Y Colombia verá esos costos el año entrante, más cuando la mayor devaluación de la moneda seguirá impactando los precios de los importados y ejerciendo presión sobre la deuda externa.
Con este panorama económico asume el 7 de agosto el nuevo gobierno. El futuro ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, quien ha librado varias batallas, tendrá que empeñarse a fondo para que los sectores productivos sigan su expansión, así sea a un ritmo más modesto, y no se vayan a pique. No será tarea fácil porque la administración Petro anunció nuevos subsidios y ayudas a diversos grupos de la población, para lo cual llevará al Congreso una reforma tributaria que arrancará con una meta de recaudo de 25 billones de pesos, no los 50 billones de los que se había hablado inicialmente.
El gobierno de Iván Duque deja una economía tal vez como nunca antes se había visto en el país, en punta, dinámica y con muchas fortalezas. Pero también con muchos desafíos que requieren la atención inmediata. Ocampo volverá a enfrentarlos no solo desde el ministerio, sino desde la junta directiva del Emisor . .