Los mandatarios actuales tienen que preparar gran parte de los dos próximos años, incluso hasta el final de sus gobiernos, para gobernar en medio de la crisis.
La misma está en marcha y cobrará complejidad por diversos factores. Lo primero la difícil situación de la economía, cuya recuperación será lenta, con grave impacto sobre el empleo, las empresas, muchos sectores económicos tardarán en regresar y otros tantos no lo harán. En términos de pobreza, se calcula que América Latina retrocederá diez años, situación que no será ajena a Medellín y Antioquia, en las que habrá qué evaluar cuántas familias perderán lo logrado en la última década. Un segundo elemento, que todo prueba que se incrementará, tiene que ver con los problemas de seguridad. Todo proceso de desmovilización lleva a una reorganización de las estructuras criminales y eso es crítico para la región. Hoy vemos que volvieron ciertas masacres, ligadas al tema de las drogas, hay reacomodo y disputas entre bandas, crecen el hurto en calles y residencias y otros fenómenos de violenca. Lo tercero es la crisis social que se calmó con la pandemia, pero que volverá a manifestarse en las calles, quizás con mayor fuerza, toda vez que crecerá el descontento ciudadano, al ver que las cosas no mejoran.