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El doping es la peor desgracia que le ha ocurrido al deporte. Es buscar ventajas de manera artificial, para frustrar muchos sueños y deshonrar el deporte como actividad humana.
Para los países que como Colombia hemos venido haciendo un gran esfuerzo para ajustarnos a todas las exigencias de la Wada (World Anti-Doping Agency) en lo que tiene que ver con el uso de sustancias artificiales en los atletas, nos llena de satisfacción porque vemos que cada vez más los tramposos van a quedar en evidencia. Los avances tecnológicos y científicos permiten detectar con más certeza estos estimulantes y el hecho de que la Wada guarde muestras durante diez años es signo claro de que los tramposos estarán durante ese tiempo en vilo de ser descubiertos.
Todo esto tiene que servir para el escarnio de los tramposos y de advertencia para quienes en algún momento puedan sentir esa tentación.
Ni Colombia ni ningún país se pueden considerar blindados contra este mal, porque si bien puede haber muchos controles, existe un mercado negro de gente que engaña a los deportistas diciéndoles que “eso no marca” o “no está prohibido” y porque algunos atletas se arriesgan de manera ingenua o temeraria, con lo cual se exponen a frustrar sus carreras.
Hay que trabajar en la sanción moral y práctica (en tiempo), muy dura, y en la iniciación del atleta enseñándole los riesgos de todo tipo que se corren con estas trampas.
