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El de las firmas es un mecanismo de apertura democrática. Hay muchos dirigentes que consideran que los partidos no los representan, que no caben en ellos, y eso da lugar a que la Constitución establezca la posibilidad de que una persona se inscriba por firmas para ser elegido en cargos de elección popular.
Sí es cierto que el de las firmas es un mecanismo que da ventajas, porque son dos campañas: la primera, destinada a recoger las firmas, y la segunda, la de los tres meses autorizados por la ley para la campaña electoral propiamente dicha para buscar los votos.
En el caso actual, no todos los candidatos que van por firmas están en la misma situación. Fajardo no tiene propiamente partido político. Clara López tuvo que salir del Polo para aceptar el Ministerio que le fue ofrecido. Otros, los que sí tienen partidos, no quieren acudir en representación de partidos tan desprestigiados, como el caso concreto de Cambio Radical tan desacreditado por sus vínculos con casos de corrupción.
Aquí hay algo esencial: que el país sepa cuáles candidatos tienen compromisos clientelistas. Lo que Colombia necesita son gobernantes con capacidad de entenderse con el Congreso en torno de ideas y proyectos, y no de mermelada y beneficios particulares a los parlamentarios.