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Una de las razones por las que el cortoplacismo es un gran problema ahora es porque nos hemos dado cuenta de que en el siglo XXI tenemos muchos desafíos a largo plazo: está el cambio climático y la pérdida de biodiversidad; las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial y el bioterrorismo, por ejemplo. Hay muchos temas que requieren pensar a largo plazo y la pandemia es uno de ellos.
El “pensamiento catedral” es la capacidad de concebir y planificar proyectos con un horizonte muy amplio, tal vez décadas o siglos por delante y, por supuesto, se basa en la idea de las catedrales medievales. En Europa, la gente comenzaba a construirlas y sabía que no las verían terminadas en el transcurso de sus vidas. Creo que es una habilidad que podemos desarrollar. Las empresas pueden hacerlo para crear planes de sostenibilidad de 100 años. De hecho, ya muchas lo están haciendo. Los gobiernos también pueden hacerlo.
Nuestra tecnología, por ejemplo, está diseñada para sacar a relucir nuestro cerebro de corto plazo. Debemos aprender a convertirnos en pensadores de catedrales y empezar a planificar a largo plazo. Si no podemos aprender esta lección de 2020, no habremos aprendido casi nada y eso será una tragedia