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En un momento en que fuerzas oscuras quieren desvirtuar los valores de la iniciativa privada y de la libre empresa, nos abandona un líder empresarial que debería ser modelo para la juventud colombiana. Luego de trabajar casi una década en Colcafé, fui a despedirme de quien había sido su gerente y gestor, Fabio Rico Calle, pues me iba a trabajar con la organización de Carlos Ardila Lülle. Rico Calle, quien no era muy elogioso con las personas, me dijo: “Lo felicito, se va a trabajar con uno de los empresarios más importantes del país”. Habían sido compañeros de estudio en la Facultad de Minas. El presidente López Michelsen, quien era buen amigo de Ardila y de Castro, luego de una visita a La Habana, le comunicó al primero: “Cuando Castro supo que yo era amigo tuyo, me pidió que te invitara a La Habana: Quiere conocer al empresario colombiano capaz de parar en la raya a la multinacional CocaCola”. Ardila era un estratega innato, a toda hora se le ocurrían proyectos ambiciosos que mantenían a la Organización en permanente acción y creatividad. Amante y defensor de Colombia, de trato justo y cordial. Se fue un gran hombre, pero nos deja su legado; necesitamos 100 empresarios como él